jueves, 7 de enero de 2010

EL PAÍS DE MIS SUEÑOS…SE PARECE AL TUYO?

Muchas veces me he preguntado porque ha sido tan difícil para los venezolanos desarrollar el país y no logro dar con una respuesta convincente, considerando que teniendo un recurso natural como el petróleo, que ha generado incontables ingresos para potenciar la industrialización, diversificación y tecnificación de nuestra economía no una sino cerca de 5 veces, sin embargo, de alguna manera nos la hemos arreglado para desperdiciar las oportunidades. El último caso ha sido la retórica encendida de los revolucionarios, quienes con un verbo de amor patrio y nacionalismo, se la han arreglado para ser exitosos en lo que parecía imposible, malbaratar mil millonarias sumas de dinero en dólares sin lograr el tan anhelado desarrollo. En mis sueños imagino un país que decida cambiar su filosofía del viva la pepa, la caribería, el cuanto hay pa eso, pónganme donde hay y el así es que se gobierna, por un marco de valores sólidos donde la responsabilidad, el honor, la colaboración, la solidaridad y por sobre todas las cosas el amor al prójimo rijan nuestro día a día, nuestro trabajo y nuestras interacciones con los demás. No debe ser tan difícil lograr eso, bastaría para comenzar con que cada funcionario de alto nivel predicara con el ejemplo a sus subordinados la responsabilidad y la obligación en que están cada uno de ellos, de no equivocarse en la toma de decisiones sobre como se invierten los dineros de todos los venezolanos. Bastaría con que cada uno de ellos estuviera consciente que si decide apoyar un proyecto de producir fresas en Apure por decir algo y ese proyecto fracasa, debe asumir la responsabilidad por despilfarrar esos recursos en algo que no trajo ninguna utilidad a los venezolanos y que de otra manera hubieran podido invertirse en salud, educación o vivienda para satisfacer las necesidades de muchos ciudadanos. Sueño con un país donde vayan a la asamblea nacional sus más ilustrados ciudadanos impregnados de una gran sensibilidad social y vocación de servicio al país y no un San Nicolás frustrado vendiéndole el alma al Grinch o duendecillas pidiendo a sus colegas de foro que se rindan o con sonrisas falsas en sus rostros, como si el colectivo nacional estuviera ligado a la voluntad de una sola persona. Sueño con un país donde se hable del bienestar y el deseo de sus ciudadanos y no donde se idolatre el pensar de una sola persona, un país donde los revolucionarios no se contradigan a sí mismos, ordenando a sus connacionales renunciar a sus aspiraciones, si no hay nada más revolucionario que luchar por los ideales que se profesan y que no pueden ser abandonados ni cedidos a la voluntad de terceros. Sueño con un país donde los revolucionarios no se aburguesen, no se anquilosen, ni renuncien a pensar y opinar por si mismos. Un país donde todos los ciudadanos, incluyendo los revolucionarios, sean capaces de analizar y evaluar si luego de 11 años de acción la nación ha avanzado y progresado en la creación de empleos sostenibles para sus ciudadanos. Un país donde se sustituyan las dádivas y subvenciones populistas del estado, por oportunidades de capacitación y formación profesional para que aquellos beneficiarios del proselitismo político, sepan que pueden ser insertados en la vida económica de la nación de forma productiva y sostenible. Sueño con un país donde su ministro de educación no llame a utilizar vehículos de tecnología obsoleta bajo el argumento que lo puede reparar usted mismo el fin de semana, sino que procure la masificación del conocimiento tecnológico en los ciudadanos para que los avances de la ciencia sean comprendidos y dominados por el grueso de la población. Ese argumento es tan baladí como sin un siglo atrás se hubiera dicho no hay que aprender a leer y escribir, sino volver a las señales de humo o a los tambores para que todo el mundo pueda comunicarse efectivamente o más recientemente que no era necesario aprender de informática y el manejo de las computadoras. Sueño con un país donde los dineros de los venezolanos se inviertan en el mejoramiento y prosperidad de sus ciudadanos, un país donde las empresas venezolanas cuenten con el apoyo de su gobierno y no ocurran casos como el de Invepal, que siendo del mismo estado, se le ha negado una planta eléctrica mientras se han repartido u otorgado recursos para decenas de ellas afuera, casos Nicaragua y Bolivia. Habiendo podido solucionar uno de los problemas críticos de esa fábrica no lo hicieron, con que cara pueden mirar a los trabajadores y decirles que los apoyan. Situación similar vemos en la CVG donde no se hicieron inversiones para actualizar equipos y modernizar la fábrica mientras se derrochaban dineros afuera. Sueño con un país donde sus líderes no engañen a sus parciales asumiendo protagonismos que no poseen, que no se deslumbren ante las cámaras y las luces de los medios de comunicación y foros internacionales buscando copar la escena, cuando en su práctica diaria no hay las acciones ni los hechos que respalden sus palabras. Si queremos ir a la vanguardia del combate al calentamiento global del planeta, deberíamos empezar por promover en el país investigaciones para un mejor uso de la energía y para un uso seguro, sano e inocuo de los combustibles fósiles, que son nuestro principal ingreso, en conjunto con los países que los usan o consumen. En 11 años de gobierno no caben excusas de que por fenómenos climáticos se tuvo poca lluvia y hay escasez de agua y eso afectó la hidrogeneración de electricidad. Un país con autoridades responsables y conscientes ha debido prever el problema y ejecutar acciones para solventarlo en lugar de dejar que le estallara en la cara. El país que yo sueño tiene dirigentes que se preocupan por crear y administrar eficientemente nuevas fuentes de riquezas, para distribuirlas equitativamente en la población, creando empleos que permitan la satisfacción de las necesidades de sus ciudadanos y en prepararlos para prosperar con los recursos existentes y descubrir otros en el futuro que permitan compensar el crecimiento de la población, en lugar de limitarse a mal repartir la renta petrolera creyendo que la realidad permanece inmutable en el tiempo. En el país de mis sueños el gobierno promueve la creatividad e iniciativa de sus ciudadanos en lugar de convertirlos en dependientes y mantenidos. Se preocupa por dar accesibilidad a los conocimientos y tecnologías de punta para todos sus congéneres, por educarlos con métodos y temas actualizados que les permitan entender su realidad y desempeñarse efectivamente en sus puestos de trabajo. Es un país donde la industria, el comercio, las unidades productivas y los centros educativos trabajan en conjunto de manera armónica para definir los conocimientos, competencias y habilidades de los técnicos y profesionales que se requieren. Un país donde los dirigentes, los centros educativos y de profesionales interactúan con sinergia para definir las actividades productivas y de servicios que pueden organizarse para sacar provecho de los recursos naturales con que cuenta el país para agregar valor, crear riqueza y promover el bienestar general de sus pobladores. Sueño con un país donde una vez que sus autoridades son electas deponen la filiación y el sectarismo político en aras del progreso de la nación y son capaces de interactuar y/o colaborar, con otras autoridades de diferentes toldas políticas o maneras de pensar para construir acuerdos y desarrollar planes que beneficien al colectivo. En ese país hay espacio para la crítica y las voces disidentes, existe el debate de las ideas sin caer en la descalificación personal y se analizan las ventajas y desventajas de cada una de las posiciones como forma de asegurar mayor certidumbre en la toma de decisiones y reducir las posibilidades de errores que malbaraten y desperdicien los recursos de los venezolanos. Ese país ideal no deja morir a sus ciudadanos impunemente ante el hampa, sino que la combate y crea mecanismos para el manejo del delito y el hacinamiento en las cárceles, del retardo procesal de los reos, para la reinserción del delincuente en la vida ciudadana, brinda apoyo para corregir la conducta delictiva y hace seguimiento para permitir su incorporación exitosa a la vida social y laboral. En ese país reina la justicia imparcial para todos, nadie ampara ni protege o defiende a otro a ultranza en función de nexos personales o políticos; es un país que predica la justicia con el ejemplo acatando los fallos internacionales que le son adversos y evita repetirlos para inspirar a sus ciudadanos a acatar las legislaciones que emite, no tiene sentido exigir sumisión, obediencia y docilidad adentro mientras se exhibe rebeldía y desobediencia hacia el orden mundial. En ese país el ciudadano tiene una base ética y moral sólida que antepone a sus afectos y simpatías, convive en forma armoniosa con sus coterráneos, quienes no albergan odios ni resentimientos y están siempre dispuestos a tender la mano amiga conscientes de que cualquiera puede atravesar una mala racha, un mal momento y necesita de esa solidaridad para levantarse y corregir el rumbo. Ese país de mis sueños es posible si deponemos el egoísmo, la envidia y la mezquindad que tan hábilmente pulsan ciertas autoridades para manipularnos a su antojo, ese país cobra vida si con la mano en el corazón miramos a nuestro alrededor para comprender que mientras no dejemos de lado el rencor, el odio y el resentimiento nunca saldremos adelante ni seremos un gran país a la altura de nuestro Libertador. Solamente a través del perdón de todos para todos y basados en el amor genuino por nuestros paisanos, en el reconocimiento de nuestros errores y en la tolerancia, podemos unirnos proactivamente para construir un mejor destino y un futuro promisor para nosotros mismos y las generaciones por venir.

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