jueves, 16 de diciembre de 2010

SIN VERGÜENZA

El accionar humano se mide o evalúa mediante los resultados que va acumulando a través del tiempo. En el caso de la actividad político-administrativa de un gobernante, se mide por el grado de mejora en la calidad de vida de la población que producen sus decisiones y avances en la conducción de la vida pública. De esta manera, luego de 12 años de su llegada al poder los revolucionarios se encuentran en una encrucijada que parece encapricharse en colocarlos frente a frente con su discurso, mostrando sin compasión, la miseria en que se encuentra la nación luego del período revolucionario. La comparación con los gobiernos que le precedieron es desfavorable en casi todos los parámetros a excepción del gasto social. Sin embargo, el gasto social queda en un limbo si no se invierte en enseñar un oficio y crear las oportunidades para que dicho oficio pueda ser ejercido, creando riqueza para mantener al beneficiado y aportar al pote de la nación, permitiendo que se complete y continúe el ciclo de mejoramiento de la población. Por ahora lo que se ha hecho mayormente es aumentar la carga burocrática sobre el estado, incorporando a los beneficiados de las misiones educativas en programas o proyectos sostenidos por el presupuesto nacional, para que no se desilusionen de la revolución y dar la sensación de avance. El problema radica, en que tal como lo señala el postulado fundamental de la Economía, los recursos que se asignan para una actividad automáticamente se les niegan a otras, debido a la relación recursos escasos o finitos versus incontables necesidades por satisfacer. Quizás en este hecho básico y elemental se encuentra la explicación a la gran interrogante que tienen los venezolanos hoy en día ¿Qué pasó con los 990 mil millones de dólares que no se le ve queso al tostada? La respuesta es sencilla, simplemente se ha invertido en medidas y programas populistas que no visualizaron el ciclo de la creación de riqueza, dando lugar a procesos que consumen recursos pero que no crean riqueza ni aportan nada a la nación. Es decir, se aumenta la carga sobre el presupuesto nacional comprometiendo el dinero, mientras se resta flexibilidad y margen de maniobra ante las eventualidades y emergencias. En repetidas oportunidades en los dos últimos años, el primer mandatario ha cuestionado que haya personas con trabajo y capacidad de pago, a quienes se les ha otorgado vivienda, pero no se han implementado los planes de cobro para recuperar la inversión y darle continuidad al ciclo. La “maniobra” administrativa de fijar el precio del barril en 40$ durante los años 2009 y 2010, debe haber generado cerca de 34 mil millones de dólares que en forma conservadora se destinarían para fondos de emergencia, para cuando llegaran las vacas flacas u ocurrieran imprevistos. Esa cantidad de recursos hubiera alcanzado para construir más de 970000 viviendas a un costo de 150000 Bsf c/u; evidentemente, en el país no hay capacidad para hacer esa cantidad de viviendas en dos años, pero los recursos deberían estar ahí posibilitando cualquier plan de contingencia. Sorpresivamente, quien se decía estar blindado parece haberse convertido en un imán para las desgracias y hoy debe recurrir a las mismas medidas que tan fuertemente le criticó a las administraciones que le precedieron, aumentar el cobro de impuestos mediante la modificación de la alícuota del IVA. Lo contradictorio o quizás deba llamarse “revolucionario” en este caso, es que con un precio del petróleo en ascenso se recurra a dicha medida sin prurito o vergüenza alguna. En el pasado, se recurría a dicha medida pero con precios mucho más comprimidos y en tendencia a la baja; pero como dice el dicho, la lengua es castigo del cuerpo y hay que tener la caradura y bien lavada, o mejor dicho bien maquillada, para presentarse en cadena nacional sugiriendo esa medida como paliativo al desastre climático. Los que gozan de buena memoria recordarán que en Marzo –Abril 2009 se hizo un incremento de 3 puntos en el IVA para compensar la caída del precio del barril petrolero. Luego el precio comenzó a repuntar, pero el IVA nunca regresó a su antiguo valor. No conforme con eso, ahora le quieren aumentar 2 a 4 puntos más sin que nadie presente una relación detallada de las cuentas, para saber que se hizo con el dinero o que pasó con los famosos fondos o el dinero bajo el colchón. La realidad nos muestra que los fondos no llegaron ni a hilo. El país que se ufanaba de haberse desenganchado de la locomotora del capitalismo, es el que ha sido más duramente golpeado por la crisis que se atribuye al mencionado sistema y el que ha tardado más tiempo en recuperarse, a pesar del comodín petrolero que no poseen el resto de los países del continente. Sí se suma la inflación, que muchos consideran un impuesto perverso, con la alícuota del IVA, seríamos el país con la mayor presión tributaria de la región (casi 40% sin contar el incremento que se propone), lo cual, pone en entredicho los postulados revolucionarios de equidad y justicia social. Ante ese escenario y dada la proximidad de la fecha de vencimiento del período presidencial, hay que preguntarse por la pertinencia de los criterios que se han venido esgrimiendo en los últimos años como los más idóneos para conducir la nación. No se trata de insensibilidad ni de dureza de corazón para con nuestros semejantes en desgracia. La solidaridad del venezolano es a toda prueba y se ha manifestado efectivamente en incontables ocasiones. Se trata de que el administrador de la gestión revolucionaria, debe presentar sus cuentas claras a los electores, detallando que se ha hecho con los recursos que iban para los fondos especiales; así como responder, como se explica que sí el sistema capitalista está en crisis, sea el gobierno socialista el que se queda sin recursos, mientras las empresas capitalistas cada día son más “presionadas” para que con sus recursos se puedan superar los tropezones del comunismo del siglo 21. No se deje engañar ni seducir por palabras bonitas o melodramas sentimentales, los problemas no se arreglan con cuentos simpáticos y dicharacheros. Se arreglan con eficiencia y eficacia en la administración de los recursos para transformarlos en obras al servicio de la población, receptividad a las críticas y por sobre todas las cosas disposición a rectificar. Eso no puede lograrse de manera sectaria o entre aplausos sumisos.

La pregunta: ¿Tendrá Ña Florinda las credenciales para ser Procuradora?

lunes, 13 de diciembre de 2010

REVOLUCIÓN FARISEA

El término revolución ha sido definido históricamente como el cambio de las estructuras sociales, políticas y económicas de una nación de manera violenta, lo cual, forzosamente no excluye que pueda existir una tentativa de hacerlo de manera pacífica. Lo importante, es que dentro del cambio de las estructuras yace implícito la evolución hacia algo superior, capaz de llevar a la población hacia un nivel de vida superior, que ahora en nuestra época implica la viabilidad y sustentabilidad en el tiempo. Esa actualización de los conceptos, junto a la falta de creatividad e imaginación de parte de los pseudorevolucionarios criollos es el cáncer que carcome la revolución fariseo bolivariana, que se ha limitado a copiar las ideas del pasado e intentar sacar rédito de ellas. Ignorar que el mundo ha cambiado y la forma como esos cambios afectan a los cambios en las estructuras que deben ser realizados, es avanzar hacia el fracaso destruyendo cosas que pueden ser de utilidad y construyendo anacronismos y/o antagonismos innecesarios, que no aportan nada positivo al bienestar de la ciudadanía. Es una constante que las revoluciones se basen en luchas que tratan de reivindicar los derechos de libertad, de igualdad y de equidad; pero, ¿quien define a cada uno de esos derechos? Asumir que lo define el grupo que detenta el poder, es incurrir en el error de la prepotencia, pues esos valores deben surgir del consenso de la población, ya que nadie le puede imponer a otro lo que es libertad, o lo que es igualdad o equidad. Esto último en si mismo sería una contradicción o limitación de los derechos mencionados, p ej., si alguien le dice que es libertad usted pierde su libertad para definir dicho valor o al menos para expresar su parecer al respecto, simultáneamente lo estaría colocando en una situación de desigualdad e inequidad subordinando su opinión y su oportunidad de participar en la definición a la de la otra persona. En resumen, para no entrar en profundidades filosóficas ajenas al objetivo que se persigue, se trata de valores universales que como tales deben tener la amplitud necesaria para reflejar el parecer de la gran mayoría de ciudadanos, pero enmarcados en límites para no menoscabar los derechos de los demás, al menos no malintencionadamente y sin fundamentos. De acuerdo a esa premisa, la libertad pudiera definirse como el derecho a hacer el libre albedrío, limitado a no perjudicar a terceros de manera intencionada y sin elementos sólidos de sustentación. Así se abre espacio a la libertad de expresión y de conciencia, el ser humano puede opinar y plantear sus observaciones solamente sujeto a la existencia de elementos probatorios que apoyen su punto de vista. Es decir, los medios de comunicación no deberían ser censurados al emitir opinión, siempre y cuando tengan elementos que sustenten su posición, independientemente de que favorezcan, perjudiquen o contradigan a los gobiernos. La actuación del ejecutivo ante la emergencia planteada en las diferentes zonas del país por las lluvias, desnuda su falta de respeto por los derechos de los demás y la poca valoración del raciocinio de los venezolanos. Falcón, Miranda y Nueva Esparta comparten la categoría de estados turísticos, sin embargo, las medidas ordenadas no han sido iguales en ellos porque en Miranda se ordenó la ocupación de hoteles y casas de “los ricachones” mientras que en los otros dos no. ¿Será acaso que en Falcón ni en Nueva Esparta había hoteles con los cuales tomar las mismas providencias? La experiencia indica que obviamente siendo zonas turísticas poseen hoteles, lo cual negaría esa motivación diferencial; incluso hay el agravante de que en Nueva Esparta se expropió hace poco un hotel 5 estrellas por razones de utilidad pública, pero no se ha puesto a disposición como si se hizo con los de Miranda. ¿Hubo alguna intención de crear a Capriles y a Morel una situación conflictiva durante la emergencia? Sí el hotel expropiado en Margarita es una modalidad de propiedad social o de todos, ¿qué razón evita que se le de la utilidad pública que se le atribuyó, usándolo para albergar a los damnificados? A primera vista parece una oportunidad que viene como anillo al dedo para poner en práctica los postulados de la “revolución”. El trato diferencial, ¿Tendrá algo que ver el calificativo de presidenciable que le endilgan a Capriles? O más bien, ¿es consecuencia de la postulación que le hizo Julio Borges para la silla presidencial? Lo cierto es que ese tratamiento diferencial de la emergencia crea muchas suspicacias. Mientras tanto, en los bastiones revolucionarios más de uno (a) se ha rasgado las vestiduras despotricando de la insensibilidad ante la crisis, debido a las quejas de irrespeto hacia la propiedad privada, lo que me lleva hacia la segunda palabra del título de este artículo, farisea. Esa expresión describe la conducta de un grupo de voceros de la religión que carecían de correspondencia entre lo que predicaban al pueblo y la forma como procedían. En dos platos, la incoherencia entre la palabra y la acción, que se aplica perfectamente al trato diferencial que se ha adoptado durante la emergencia. Los que defienden de palabra la propiedad social muestran un accionar poco congruente con la prédica, cuando dejan pasar la mejor oportunidad que se les ha podido presentar para ponerla en práctica. Incluso, se desautorizan moralmente con esa conducta dual, adicionalmente a que desdicen su origen bolivariano, pues mientras El Libertador impulsó su defensa de la libertad de los esclavos libertando inicialmente los propios para dar el ejemplo y tener moral con la cual exigir a los demás, los nuevos bolivarianos prefirieron usar los hoteles de otros o instalaciones no adecuadas, en lugar de dar el ejemplo poniendo los hoteles en poder del estado al servicio de los damnificados en un ejemplo claro de fariseísmo. Disimular ofreciendo Miraflores, el Sambil o la cuadra de los soldados que mal que bien no están mejor diseñados para esa función que el Alba Caracas u otros hoteles en manos del estado, no es más que populismo del más barato y la gente lo resiente en su necesidad y la precariedad de su situación.
Retomando la transformación de las estructuras que se propone la revolución, nos encontramos con un asombroso parecido entre lo que se critica y lo que se hace; mientras durante la administración chavista han llovido duras críticas hacia lo que fue AD y sus gobiernos, la ejecutoria no puede revelar mayor similitud: las doce tribus en el sistema judicial, muy similares con la designación provisoria de jueces y el compromiso de militancia política con slogans y todo en el TSJ, o la conducta avasallante de la AN aprobando leyes a golpe y porrazo, que asemeja los congresos adecos cuando se pasaba la “aplanadora”, o la amenaza de allanar la inmunidad parlamentaria a los diputados recién electos con el argumento de que la cuarta república lo hizo con los diputados comunistas a principio de los 60. En el 98 se votó por un cambio, no porque se reprodujeran los vicios del pasado. Que la cuarta república haya cometido errores no es aval para que puedan repetirse ahora de manera acomodaticia y conveniente, mucho menos digno de imitación por una revolución que se vanagloria de humanista, justa y democrática. Los venezolanos aspiramos a cambios de las estructuras que permitan que los más capaces y útiles a la patria ocupen los cargos de liderazgo, no que se repartan entre amigotes, compinches y admiradores. Aspiramos a una discusión amplia y sólida de la situación del país para que se tomen decisiones en función de las oportunidades potenciales, en lugar de obedecer líneas de mando indiscutibles. Aspiramos a un diálogo franco y fructífero entre los sectores de la nación que permita definir el país posible para todos, en lugar de la perorata sin fin impulsada por el miedo y la falta de confianza de líderes que le temen al debate abierto de las diferencias. Por ahora, la revolución derrocha muchos de los defectos que se afanó en criticar en sus adversarios: autoritarismo, corrupción, ineficiencia por nombrar solo tres y carece de las bondades de que intenta presumir: tolerancia, participación, libertad, igualdad y equidad degenerando hacia una revolución farisea cuyo discurso es muy bonito y atractivo, pero cuyas acciones demuestran fehacientemente la falta de compromiso con los principios del humanismo como la libertad, el respeto por los demás y la receptividad a la crítica. Finalmente, el ejecutivo desbordado por el desastre de las lluvias ha expresado su deseo de solicitar una habilitante para lidiar con ella, lo cual, dado las sospechas que despierta pudiera trabajarse en función de una camisa de fuerza que limitara dicha habilitación a temas estrictamente relacionados con la emergencia como: aprobación de recursos para el sostenimiento de los damnificados en el corto y mediano plazo, condonación y refinanciamiento de productores que hayan pedido sus cosechas, promoción y articulación de las obras de infraestructura vial e hidráulica afectadas, Dinamizar el sector construcción, políticas de incentivos para las reubicaciones en zonas seguras, etc. Los ciudadanos no deben perder de vista que el gobierno llegará hasta donde lo dejemos llegar y en nuestras manos, con nuestro poder de compra, tenemos un arma valiosísima e indestructible para mostrar nuestro rechazo al sistema comunista de manera pacífica pero contundente, no demandando productos de empresas expropiadas sin el debido proceso.

jueves, 9 de diciembre de 2010

¿CAPITALISMO SALVAJE O SALVADOR?

Durante los últimos 12 años, el ejecutivo se ha dedicado a despotricar con vehemencia del capitalismo, equiparándolo con las peores plagas que han azotado al mundo. Al principio el mensaje caló en una parte de la población, que aspiraba un cambio en la forma de conducir la nación y se dejó enredar en ese verbo violento, que atribuía todos los males al sistema capitalista. Con el paso del tiempo ese sueño se ha ido desvaneciendo ante el evidente fracaso, que la realidad circundante a todos y cada uno de los venezolanos ha puesto de manifiesto, sin dejar margen para las excusas. Se ha tenido una AN con mayoría calificada y complaciente para aprobar el más mínimo de los caprichos presidenciales, se ha tomado control del resto de las instituciones nacionales que podían balancear el uso del poder (TSJ, MP, DP, CG, CNE, etc.), los ingresos tanto por petróleo como por recaudación tributaria han sido cuantiosos y las Fanb se han “acurrucado” con el proyecto; sin embargo, el ciudadano común mira a su alrededor y no percibe el anhelado cambio que decidió apoyar en el 98. Para colmo de males, el poco bienestar que le ha llegado a través de las misiones, es una espada de Damocles con la cual lo amenazan cada vez que hay una elección. Es decir, lo poco de bueno que ha podido disfrutar durante esta década, no tiene carácter permanente ni puede sentirlo como algo propio o bajo su control, sino que se ha convertido en una hojilla de doble filo para chantajearlo a la hora de votar, y manipular su libre y autónoma decisión a darse el tipo de gobierno que quiera, a pesar de la retórica altisonante del gobierno que se jacta de haber liberado al pueblo y haber roto “para siempre” las cadenas del coloniaje y vasallaje del venezolano. Convenientemente, ese “para siempre” está asociado a la permanencia en la primera magistratura para siempre de la luz que guía la revolución. Doce años son suficientes para hacer una evaluación, comparando las expectativas que despertó el sueño que nos ofrecieron y la realidad que nos circunda. Es una ley natural que al envejecer vamos perdiendo capacidad y los adelantos tecnológicos nos van desactualizando ¿Por qué pensar entonces que lo que no se ha logrado hacer en la flor de la vida se va a poder cumplir durante la senilidad? Incluso, la misma dirección que se le ha dado a la organización político administrativa de la nación, revela en forma palpable y grotesca la escasa visión en la cúpula que dirige el país. La centralización de competencias, motivada por las inseguridades de un gobierno que se sabe que no ha sido eficiente ni atinado en sus decisiones de inversión, y la necesidad de colocar obstáculos a sus adversarios políticos y potenciales rivales en 2012, ha prevalecido de manera sectaria y excluyente, relegando a un segundo puesto las necesidades de la población, con tal de no deslucir al comparar la efectividad de las gestiones. La tragedia natural que azota la zona norte del territorio nacional en los actuales momentos, así lo pone de manifiesto: ¿cuánto tiempo ha pasado para que la autoridad central se apersonara en cada una de las áreas afectadas? No hubiera sido más rápido que las autoridades regionales contaran con recursos para atender sus emergencias de manera puntual, expedita y efectiva, como lo hacían antes de la centralización de competencias. Por supuesto que si, el tiempo que se perdió esperando la visita, la inspección y/o evaluación de los daños para aprobar recursos, es un tiempo valioso de reacción y durante el cual la población queda desamparada y limitada a las acciones que pueden ejecutar las autoridades regionales, quienes han sido maniatadas financieramente por la diabólica maniobra del precio del barril petrolero y la centralización de competencias. Sí los funcionaros públicos de la administración central tuvieran luz verde (como debe ser en todo país civilizado) para coordinarse con las autoridades regionales, en lugar de esperar la “orden de arriba”, se pudieran haber ejecutado muchas acciones de manera oportuna que hubieran atenuado la magnitud de la desgracia y el sufrimiento de la gente. Igualmente, sí esa coordinación se hubiera manifestado en forma preventiva, se hubieran mitigado muchos de los daños a la infraestructura vial e hidrológica de la nación, porque los “dolientes o interesados”, hubieran logrado la atención de sus necesidades mediante observaciones y solicitudes oportunas de recursos y apoyos. Actualmente, al centralizar esas competencias las decisiones se toman en la capital de la nación lejos del terreno de los acontecimientos, bajo la óptica del sectarismo político electoral que no ve con bueno ojos las gestiones exitosas de quienes disienten de su ideología. A manera de ejemplo, recordemos las declaraciones del segundo de abordo días atrás, cuando se le consultaba acerca de posibles desabastecimientos de rubros agrícolas y respondió que cualquier contingencia la importarían rápidamente de Colombia. La pregunta es ¿será posible, sí allá la tragedia parece ser de mayores dimensiones?. Los colombianos hablan de más de 1000000 de damnificados, 200 muertos y 28 de los 32 departamentos de la nación afectados. Es como que al vecino se le queme la casa e irle a pedir ayuda porque se nos tapó el baño. Esa prepotencia y soberbia, ese sentirse autosuficientes y “sobraos” ante las voces de alerta es lo que ha conducido al agravamiento del desastre. Que poca pertinencia, asertividad y conocimiento de la realidad dejaron entrever esas declaraciones para un funcionario de tan alto rango. Lo acontecido en Falcón donde las autoridades militares detienen una caravana con ayuda para la gente, pasando por alto su necesidad y desesperación, con el sólo objetivo de evitar que sectores que se oponen a la gestión oficialista pudieran tener un gesto de solidaridad con sus compatriotas, raya en el colmo del egoísmo y la insensibilidad ante el sufrimiento de los afectados por las inundaciones. El mismo ejecutivo luce desbordado por la emergencia al no ser capaz de valorar la dimensión de la misma, intentando sacar provecho político de la misma azuzando la lucha de clases ante la furia con que la naturaleza ha golpeado las clases oprimidas. En cualquier lugar del universo desastres de esa magnitud hacen que los líderes pongan de lado las diferencias y los pueblos se unan en un solo esfuerzo de solidaridad hacia sus semejantes en desgracia. Que distinto sería, sí el gobierno se colocara al frente del esfuerzo solidario ofreciendo los bienes expropiados, dentro de los cuales hay una infraestructura hotelera, para ponerlos al servicio de los damnificados, en lugar de tenerlos en sitios no acondicionados logísticamente para ello como estadios deportivos, instalaciones militares y/o el Sambil. La desesperación ante la emergencia lo hace contradecir sus palabras, porque mientras ataca al capitalismo y al sector privado, ha tenido que echar mano de toda una infraestructura que se construyó gracias al capitalismo. Desde hoteles, pasando por los fuertes militares hasta los estadios y escuelas han sido construídos con dineros del capitalismo, no hay una sola dependencia que pueda ofrecer la revolución como construída por el comunismo del siglo 21 que pueda servir de refugio. Lamentablemente, en vez de dar el ejemplo con desprendimiento y generosidad poniendo esos bienes a disposición de la gente en desgracia, para que por lo menos mitiguen la angustia de la tragedia en lugares cómodos y adecuados, se ha preferido la actuación autoritaria y sectaria buscando dividir a los venezolanos. La parábola de la limosna de la viuda (San Marcos, 12:41-44) que ejemplifica la caridad genuina al dar de lo propio y de lo que se necesita, claramente cuestiona y contradice la actuación del primer magistrado, quien ha preferido ofrecer lo que no es suyo mientras se “encaleta” una cantidad de bienes que el estado ha expropiado y que funcionarían como excelentes refugios para tantas personas que han tenido que abandonar sus hogares. La misma raíz bolivariana, critica la contradicción con el Libertador que aportó los bienes de su peculio y libertó sus esclavos, demostrando con hechos no demagógicos su convicción y compromiso con las causas que promovía y respaldaba. No hay que dejarse engañar ni manipular, al contrario hay que preguntarse que bajas pasiones y viles sentimientos anidan en un corazón, que en lugar de aprovechar el regocijo de las cercanías de las festividades navideñas para unir a los venezolanos en un esfuerzo caritativo, solidario y de bondad, prefiere exacerbar los resentimientos y odios escondidos en los más oscuros recovecos del alma humana.

viernes, 3 de diciembre de 2010

MEZQUINDAD

En los momentos difíciles, cuando nos sentimos indefensos e impotentes ante la adversidad, solemos alzar nuestras manos al cielo y pedir por la clemencia del Creador. En esos momentos, volvemos nuestra mirada hacia su inmensidad y conscientes de nuestra pequeñez relativa a su grandeza como Amo y Señor del Universo, invocamos su favor implorando el aplacamiento de la furia de la naturaleza, que sabemos como despertar pero no como controlar. El Padre bueno y misericordioso, siempre está atento a nuestra súplica y acude solícito a nuestros ruegos, ya que su intención no es destruir al ser humano sino orientarlo y hacerlo reflexionar sobre su conducta, para que tome consciencia de sus acciones, sus consecuencias y haga los correctivos necesarios que le permitan su existencia en equilibrio con el mundo que le rodea. Curiosamente, una vez que se superan las dificultades y todo vuelve a la normalidad, olvidamos nuestras oraciones y se nos hace difícil reconocer la mano del Señor en lo que ha pasado. En el momento aciago oramos con desesperación y apremio, pero al sentirnos a salvo buscamos racionalizar lo sucedido olvidando la Clemencia y Misericordia de Dios para con los seres humanos y sus criaturas. Es más fácil para nuestro entendimiento discernir que los informes meteorológicos estaban errados que aceptar la intervención Divina, olvidando las Sagradas Escrituras que señalan:”Y dijo Dios: Esta es la señal de la alianza que establezco por generaciones perpetuas o para siempre entre mí y vosotros, y con todo animal viviente que mora con vosotros. Pondré mi arco que colocaré en las nubes, y será señal de la alianza entre mí y la tierra. Y cuando yo cubriere el cielo de nubes, aparecerá mi arco en ellas, y me acordaré de mi alianza con vosotros, y con toda ánima viviente que vivifica la carne; y ya no habrá más aguas de diluvio que destruyan todos los vivientes” Génesis, IX: 12-15. Bastaría con pensar por un momento, cuantas oraciones se pueden haber elevado en esos momentos a los oídos de Dios, o cuantas personas se plegaron a las cadenas de oraciones que circularon por Internet o mensajes de texto. Sin embargo, al cesar la angustia le restamos importancia a ese instante de comunicación con el Creador, en el que la indefensión nos hace invocarlo como única esperanza. Ya lo señala el refranero popular se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena. Debemos ser más agradecidos y fortalecer nuestra Fé en Él para que podamos percibir su presencia y sus intervenciones divinas.
Similar llamado a la reflexión cabe a las autoridades que han permitido durante años que se poblaran los cerros en condiciones de altísimo riesgo ante su mirada indiferente, pero al materializarse la tragedia y cobrar vidas humanas, salen en carrera a aprobar recursos de manera extemporánea y cuyo efecto difícilmente mitiga la desgracia que ha afectado tantas familias. Se pierden los seres queridos y eso nadie lo va a poder remediar, no son recuperables y se pierden los bienes que han costado una vida de esfuerzos y abnegación, por la falta de una política coherente que con voluntad inquebrantable, persuadiera a las personas de abandonar las zonas de alto riesgo. Vienen a la memoria cuantos discursos que se quedaron en peroratas pero nunca se hicieron realidad, porque se privilegió el interés político electoral, en lugar de la seguridad y las vidas de la gente. Planes como barrio tricolor y el metro cable de San Agustín constituyen alicientes para que la gente permanezca en zonas sensibles a las precipitaciones. La decisión correcta de un buen administrador es poner los recursos donde se necesiten y en lo que se requiere para lograr los objetivos. Obviamente, llevar confort a través de servicios a zonas de alto riesgo lejos de contribuir al desalojo refuerza la motivación para permanecer en vilo a merced de la naturaleza. Tan solo unos meses atrás se habló de planes para construir en los cerros perforando hasta la roca madre, dejando de lado los riesgos y peligros que implica eso. Que distinto sería el panorama, sí los recursos se hubieran invertido en la creación de la infraestructura necesaria que permitiera dotar de servicios elementales zonas seguras y despobladas, pero distantes de la capital. Desafortunadamente, cuando un gobernante piensa más en como permanecer indefinidamente en el poder que en las maneras de servir adecuadamente a su pueblo, se presentan los intereses conflictivos y se toman decisiones priorizando el resultado electoral a corto plazo, despreciando el bienestar colectivo a largo plazo. La decisión de desalojar los cerros y zonas peligrosas no es una decisión que gane votos pero salva vidas y evita tragedias. Tampoco es una decisión fácil porque implica planificar y coordinar recursos para preparar zonas donde reubicar a esos compatriotas de manera sustentable. Y tal vez lo más difícil para un gobierno soberbio y sectario, pasa por la reconciliación nacional que permita ensamblar de manera eficiente los medios de producción en planes de construcción de ciudades y poblaciones en zonas menos sensibles al cambio ambiental. En lugar de crear incentivos para permanecer allí, se deben crear incentivos para la inversión en los proyectos de nuevos desarrollos urbanísticos y para la reubicación y/o ampliación de empresas que ofrezcan los puestos de trabajo que motiven a los habitantes a trasladarse. Recursos y tiempo ha habido para ejecutar gran parte de dicha tarea, pero ha faltado la voluntad política y se ha preferido el gasto populista y proselitista a la inversión productiva en la misma. Se prefirió invertir en el tren, un avión chupadólares que casi no se utiliza o los puentes sobre el Orinoco que si bien es cierto se requieren o pueden ser necesarios, no pueden ser colocados delante de las vidas humanas en riesgo. La decisión del administrador eficaz sopesa ambas alternativas y decide por la de mayor interés público, la cual, evidentemente debe ser el bienestar y seguridad de los habitantes para todo buen funcionario del estado. Decidir por otras obras es inmovilizar recursos en proyectos que no han rendido frutos desde el punto de vista de utilidad para la población, mientras se le negaron a propuestas que han podido salvar vidas y establecer una forma de coexistencia con la naturaleza sin perturbar sus delicados equilibrios. Hacer política en medio de una tragedia o mejor dicho, usar la desgracia humana para sacar provecho político, es una bajeza sin parangón en la escala de las acciones humanas; pero en este momento de necesidad el venezolano no puede dejar de hacerse dos preguntas: La primera, ¿por qué no se ponen al servicio de los damnificados los bienes expropiados por razones de utilidad pública como El Alba Caracas, el hotel en el Avila, los bienes confiscados por las intervenciones bancarias, el hotel expropiado en Margarita, las incautaciones al narcotráfico que señalaron dos o tres residencias a nombre Makled, La residencia presidencial de La Casona que se ha reconocido más de una vez que no se usa, etc.?. Incluso, las habitaciones de la red de círculos militares en varios estados del país, deberían desocuparse para ponerlas al servicio de la noble causa de ayudar al prójimo en necesidad. La segunda, ¿hasta cuándo la soberbia y el sectarismo van a evitar que se dé el inevitable proceso de reconciliación entre los venezolanos que es el único camino a la solución de nuestros problemas? Solamente la visión integral de los agentes causales de nuestros nudos estructurales y los incentivos que los mueven, puede conducir a soluciones definitivas; y esto solo puede lograrse ampliando la visión y el análisis para incluir los puntos de vista de los que hasta ahora han permanecido marginados. El Estado debe dar el ejemplo poniendo todos los recursos a su alcance a la disposición para solucionar esta desgracia. De que le sirvió haber mantenido recursos represados para ahora salir a la carrera a ofrecerlos, sí las obras no podrán culminarse con la urgencia que se necesitan. El buen administrador actúa en forma preventiva, anda tres pasos delante de los problemas para atacarlos a tiempo y no dejarse desbordar por ellos. Esperemos que no suceda lo mismos que en años anteriores (1999) que se habló mucho de mapas de riesgo, planes de evacuación y se plasmaron muchos sueños de construcción de viviendas que no se concretaron nunca. Rectificar implica no sólo cambiar el rumbo, sino abrir el corazón al perdón y el abandono de escenarios donde se crean enemigos imaginarios para sacar provecho político de las necesidades humanas. ¿Cuántas cosas se han podido hacer de no haber represado recursos durante casi tres años (incluyendo 2011) con la maniobra del barril petrolero a 40$?