lunes, 7 de marzo de 2011

HABLANDO DE ESTAFAS

Durante el 2010 y desde finales de 2009 el comunismo del siglo 21 ha venido cacareando la perorata de las estafas de los ricachones contra la población. Primero empezó con los casos bancarios, donde figuras prominentes e importantes del entorno rojo rojito estaban involucradas; para seguir con las estafas inmobiliarias que mantenían a innumerables venezolanos a la espera de una vivienda, gracias a las medidas revolucionarias que tan poco resultado han tenido contra la inflación y para promover el clima necesario, que permita desarrollar la actividad de la construcción en beneficio de todos. Hábilmente, la cúpula comunista catalogó de traidores, contrarrevolucionarios y falsos revolucionarios infiltrados en la revolución, a todos aquellos que de alguna manera podían salpicar o enlodar el proceso de cambios que deseaban implementar. Muchos comentaron con sorna que el cambio más drástico era en la pérdida de vergüenza y moral de los implicados, quienes habían birlado el dinero de los ahorristas amparados bajo el ala de poderosos padrinos vinculados al comunismo del siglo 21. Adicionalmente, pretendió bañarse de justicia y equidad para quitarse el hedor a corrupción, satanizando al sector privado de la construcción, olvidando convenientemente la grosera cantidad de proyectos habitacionales del estado que permanecen parados durmiendo el sueño de los justos. A estas “manipulaciones” e interpretaciones a conveniencia que rayan en la estafa ética y moral, al cernir con diferente cedazo la harina del costal ajeno en su comparación con la harina del costal propio, hay que añadir la estafa laboral, la estafa mediática y la estafa estadística. La primera de ellas está asociada a todas las bribonerías con que el gobierno comunista intenta endulzar a los venezolanos y burlar su buena fé. Para ello se vale del cálculo del salario mínimo en dólares a tasa preferencial, para que la cifra resultante se vea grande y abombada o le suma el cestaticket para que no luzca tan famélico delante de la inflación y la canasta básica normativa. El problema es que al hacer esto último está estafando a los trabajadores, bien a propósito o como quien no quiere la cosa, porque los 967 Bsf del cesta ticket si en realidad fueran sumables al salario, causarían 158.89 Bsf de prestaciones sociales por trabajador cada mes y 1906.67 Bsf año por cada trabajador. No conforme con eso, se le quita el cesta ticket al llegar la edad del retiro dejando a nuestros “viejitos” sin el 44% del ingreso que venían recibiendo (en el caso de que ganaran salario mínimo) y sin el aporte que el cesta ticket hubiera causado a su fondo de prestaciones sociales, lo cual a todas luces conduce a una vejez llena de privaciones y limitaciones.
En cuanto a la estafa mediática podemos comenzar señalando que el uso propagandístico y publicitario que le da la revolución a los medios de comunicación en manos del estado, engaña de alguna manera a los venezolanos, porque no hay correspondencia entre la imagen utópica que se muestra en las pantallas y la realidad que viven dichas empresas y sus trabajadores. No sólo está la duda sobre el origen de la materia prima que utilizan para la elaboración de los productos (importada o nacional), lo cual ya de por si sería engañoso dado el pregón sobre el aumento de la superficie sembrada de que se ufana el gobierno y el alarde la seguridad alimentaria. También hay que considerar la disponibilidad y oferta de dichos productos que muchas veces no se consiguen ni en la misma red estatal de distribución de alimentos. En dos platos, vale la pena cuestionarse que misterio rodea a las “famosas” EPS’s, que a pesar de ser de todos los venezolanos, no pueden ser visitadas por expertos calificados que certifiquen la idoneidad de su operación y su sana administración. La gran mayoría de los venezolanos se pregunta, sin obtener respuesta confiable, sí dichas empresas se mantienen por si solas o dependen de asignaciones de la estatal petrolera. Por ahora, los voceros del oficialismo han barajado la incógnita con eufemismos e interpretaciones ideológicas acerca de la ganancia o el capitalismo que no arrojan luces sobre la materia. Independientemente de la función que realicen las empresas deben ser capaces de sostenerse por si mismas, de lo contrario su vulnerabilidad ante los cambios del entorno las colocarían en posiciones de extrema debilidad y su persistencia en el tiempo se vería seriamente comprometida. Es el dilema de las fundaciones, organizaciones y programas que dependen de financiamiento oficial vía impuestos o renta petrolera, les va bien en las épocas de vacas gordas y pasan trabajo o desaparecen en las épocas de vacas flacas, porque no son capaces de sostenerse por si solas a pesar de sus buenas intenciones o la utilidad de su funcionamiento para la ciudadanía. El gobierno comunista en su ejercicio sectario del poder, persigue el objetivo de imponer una sola forma de ver el mundo y para ello no ha escatimado en enfrentamientos con los diferentes sectores del país. Su política de expropiaciones y confiscaciones busca concentrar en manos oficiales la producción de diversos bienes, en un paradigma equivocado del problema económico de competencia con los sectores emprendedores y empresariales del país, en lugar de seguir un enfoque de promoción, regulación y colaboración que estimule la inversión en procesos transformadores que agreguen valor y fomenten el empleo. El esquema más sencillo de la economía muestra como a partir de los recursos y las ventajas comparativas de una nación (humanos, físicos, naturales, geográficos, comerciales, intelectuales, etc.) se promueven la creación de actividades, que los transformen en productos y servicios que generan riqueza y rentabilidad para el pago de sueldos, salarios e impuestos que permitan la existencia del estado y la demanda de bienes que mueva el proceso productivo, creando empleos que a su vez repiten el ciclo mencionado y a través del cual se satisfacen las necesidades. Los nuevos comunistas han olvidado eso y creen que solo con crear “empleo solidario”, pueden sostener una economía en marcha y se han estado estrellando contra el muro de la realidad indiscutible, de que al sobrecargar al estado con la carga laboral no productiva ni eficiente, se están inmovilizando fondos necesarios para otras actividades (red de salud, infraestructura vial, vivienda, electrificación y formación profesional) que mantienen a la revolución roja rojita, quizás por la cantidad de homicidios, entrampada en cada una de las crisis que se le han venido presentando y que ha tenido que atacar de emergencia. Esa ilusión de una economía con la presencia agobiante y excluyente del estado, es parte de las estafas a que ha sido sometida la población venezolana y que se desintegran a si mismas como pompas de jabón al primer obstáculo en el camino. En su interpelación el ministro Giordani citó las “grandes obras de la revolución” como los puentes sobre el Orinoco, el ferrocarril a los valles del Tuy, el metrocable de San Agustín, etc.; pero los montos de dichos proyectos sumados unos tras otros tal como él los citó, no llegan a 20 mil millones de dólares en 12 años, lo cual es irrisorio, considerando que se han manejado ingresos cercanos al millón de millones de dólares y por lo tanto, cuestiona seriamente la eficiencia y los criterios empleados en la disposición de los dineros públicos bien a través del gasto público, bien a través de la inversión y el endeudamiento de la nación. Finalmente dos comentarios referentes a las estadísticas de la nación y la forma como se comparan con los gobiernos anteriores así como a la grosera manipulación demagógica del poder popular. En el primer caso, es obligatorio puntualizar que la comparación de cifras a través del tiempo requiere el cálculo del ratio relativo a la base de población y al uso de los recursos para medir la eficiencia con que se usan los mismos. Comparar la producción de cualquier rubro entre la cuarta y la quinta sin hacer referencia al número de habitantes que pretendía beneficiar es engañoso y raya en la estafa. Asumir que porque se ha aumentado la superficie sembrada de un rubro o la cosecha, se ha hecho un mejor trabajo, sin llevarlo a la cantidad de población que debe servirse es una afirmación nimia, porque es obvio que para intentar satisfacer una población de 20-24 millones de habitantes se necesitan menos unidades que para satisfacer una población de 25-30 millones de habitantes. Esa comparación deber ser en términos relativos para que pueda apreciarse el verdadero avance, si es que lo hay. Igualmente, separar de la comparación o evaluación de las gestiones, el impacto del ingreso petrolero que es casi del doble o del triple durante el gobierno comunista respecto a los últimos gobiernos de la cuarta es una estafa comunicacional. Corresponde al ciudadano preguntarse si esa diferencia del doble o quizás el triple se ha traducido mejora en si calidad de vida, o sí considera que se ha invertido bien en servicios públicos e infraestructura que le proporcionen un nivel de vida mejor. Asumir que la mejora d los precios petroleros es resultado de los revolucionarios es menos que una verdad a medias, porque la verdadera causa radica en el crecimiento de países emergentes como China, India, Brasil o Rusia sin cuya demanda energética no serían sostenibles esos niveles de precios.
Algo similar a una estafa puede considerarse el manejo acomodaticio que se ha hecho de las expresiones poder constituyente, poder popular y la soberanía. La historia reciente atestigua cuanto provecho sacó el comunismo del siglo 21 del uso demagógico de las mismas, para tomar por asalto todas las instituciones del país y rendirlas a su voluntad (anti) imperial. Sin embargo, el tiempo que cura todos los males y todas las heridas, más no se presta para guardar secretos ni trapisondas, termina trayendo la verdad a la luz. Los hechos que acontecen en el medio oriente dentro de las comunidades musulmanas tumbaron el disfraz constitucional que se había armado con la perorata del poder constituyente en estos lares. ¿Quién puede explicar como se apoya a un dictador que se aferra al poder cuando el pueblo en la calle o poder constituyente no lo quiere más? ¿Quién puede afirmar, sin faltar a la verdad, con quién está la mayoría en esas sociedades? ¿Hay coherencia entre la entrega de la réplica de la espada de Bolívar a un líder que para mantenerse en el poder arremete contra su pueblo, considerando su celebre frase de maldito el soldado que vuelva las armas contra su pueblo? O será acaso que se ha develado el misterio oculto tras las declaraciones del Gral aquel, de cuyo nombre no quiero acordarme, de que una derrota de Chávez en el 2012 no sería aceptada por las FANB o las afirmaciones de otros miembros de la cúpula militar de: no volverán. Pareciera que si el poder constituyente es afecto a la “revolución” se le toma en cuenta y se le aprovecha, pero cuando toma caminos diferentes y trata de expresarse por si mismo, pierde su condición de la voz del pueblo es la voz de Dios y se le sataniza o se le somete con la fuerza de las armas. La correspondencia entre las palabras y los hechos es la ética en acción; la falta de identidad entre ellas (las palabras y los hechos) no solo es inmoral, sino la evidencia indiscutible de la manipulación de la buena voluntad de los ciudadanos.

LA PREGUNTA: ¿Qué está esperando la población venezolana para decidirse a apoyar y acompañar las luchas heroicas que protagonizan sus jóvenes?