lunes, 18 de enero de 2010

LAS VUELTAS DE LA HISTORIA.

El 4F de 1992, cierto personaje saltó a la palestra pública al reconocer su responsabilidad al frente de la intentona golpista. Ese hecho lo catapultó, pues nadie acostumbraba hacerse responsable por nada en este país; curiosamente casi 18 años después, la misma persona parece haberse contagiado de ese mismo mal al cumplir la mayoría de edad en la palestra pública y se niega a admitir la omisión y/o negligencia de su gobierno en la crisis eléctrica. Valdría la pena preguntarse si en el 92 dió la cara porque lo agarraron in fraganti o porque en realidad estaba dispuesto a asumir las consecuencias de sus acciones y si ahora se ha acostumbrado a las delicias del poder y teme perder esos privilegios si reconoce su falla. Vuelve a la memoria aquella frase del Libertador Simón Bolívar, el gobernante que permanece mucho tiempo en el poder tiende a acostumbrarse a mandar al pueblo y éste a acostumbrarse a obedecerlo de donde se origina la tiranía. Tanto en la crisis eléctrica como en la devaluación de la moneda el primer magistrado pretende que se crea su versión de los hechos; para la primera es la falta de lluvia enmarcada en una serie de contradicciones y para la otra usa el eufemismo de ajuste cambiario, unido a promesas de promoción de exportaciones y sustitución de importaciones que no tienen asidero al menos por este año. El líder rojito no se percata que con la devaluación de la moneda se devaluó su palabra y su credibilidad ante la opinión pública, pues tomó una medida que se cansó de criticar, en los gobiernos de la cuarta durante sus 11 años de gobierno y que había asegurado que no tendría que tomar porque su política y línea de gobierno iba a sacar adelante al país. Hábilmente, dejó correr la arruga para terminar el 2009 sin tomar la medida, tratando de evitar la asociación directa con la crisis mundial, según él del capitalismo y ante la cual estábamos blindados, pero la premura y urgencia con que la toma comenzando el 2010 lo puso en evidencia. Consideremos el caso hipotético del Sr. Jaletti Rojo, quien habría confiado en la predica presidencial de no devaluar y trabajara trayendo mercancía importada a 2.15 bsf/$. Luego de la devaluación si no aumenta los precios su capital de trabajo se reduciría y tendría que comprar una menor cantidad de la mercancía que traía, porque con la nueva tasa no le alcanzaría para seguir importando la misma cantidad, es decir, el gobierno se equivoca en su plan económico y el ciudadano que confió en él paga los platos rotos. Entre la devaluación y la inflación le comerían cerca del 40% al 70% de su poder adquisitivo, dependiendo de si le toca el cambio preferencial o el cambio a 4,30 Bsf/$. Esa situación, promueve la falta de confianza en las medidas del ejecutivo y fomenta la falta de credibilidad en la nueva tasa de cambio establecida por el gobierno. A corto plazo el gobierno podrá intervenir para bajar la cotización en las subastas, pero al pasar el tiempo y restringir los dólares preferenciales y/o se le vayan acabando los dólares se verá imposibilitado de contener la expectativa de una mayor devaluación, porque la oportunidad en que tomó la medida no es nada favorable para promover la producción nacional o para sustituir importaciones dada la falta de agua y de electricidad que estamos viviendo. Que va a pensar el ciudadano común al ver los anaqueles llenos de productos y marcas importadas, que es la única forma como el ejecutivo podrá evitar el desabastecimiento y la escasez, pues que ha sido burlado y manipulado en su buena fé. En resumen, la inflación del año 2010 se comerá gran parte del efecto que se espera lograr sobre la competitividad de los costos internos y la medida quedará sin generar los resultados deseados, porque crea una ventaja artificial ligada al tipo de cambio, que al no ser soportada por incrementos de producción y productividad nacional debido a la coyuntura del agua y de la energía eléctrica señalada será contrarrestada por la inflación.
No está claro, si por la grave situación que atraviesa el país o por alguna otra circunstancia las declaraciones del ejecutivo en los últimos días no han sido nada felices ni acertadas. Consideremos cuatro (4) como muestra de la ignorancia supina y la incoherencia que tiene el equipo de gobierno ante el problema que está enfrentando y sus posibles soluciones:
Primera: En una entrega de créditos del banco bicentenario durante la semana que termina, trató de promover el que no se aumentaran los precios aduciendo que vender un producto al doble de su costo de producción es como robar, pero el ejemplo que da vendiendo el petróleo a un promedio anual de casi 60 $/barril lo desacredita totalmente o debemos asumir que estamos robando al resto de los habitantes del planeta. Por todos es conocido que el ministro de energía y petróleo ha dicho reiteradamente que el costo de producción de un barril de crudo ronda los 8$ y que nuestro país es el principal promotor en las reuniones de OPEP de los recortes de producción para subir los precios. Claramente no hay coherencia entre el discurso y la práctica por lo tanto no genera confianza ni credibilidad.
Segunda: La crisis eléctrica se debe a la falta de lluvias por la sequía que provoca el fenómeno del niño y no a la omisión o negligencia en la ejecución de infraestructura eléctrica durante el presente gobierno. Hay una situación fáctica que no puede ocultarse y es que la sequía y el bajo caudal en el Caroní han afectado la generación de hidroelectricidad, pero convenientemente el ejecutivo elude hacer referencia a la operatividad de las turbinas en las centrales hidroeléctricas y a la operatividad de los turbogeneradores en Plantacentro y Tacoa. Bastaría con presentar un cuadro comparativo mostrando la capacidad de generación instalada por planta, la capacidad actual de generación de cada una, la demanda del país y las causas de las variaciones entre las capacidades instaladas y actuales para comprender la realidad y magnitud del problema. Culpar a la cuarta república de poner a depender el suministro de energía eléctrica de un solo río es una demostración mayúscula de la ignorancia en la materia y el reconocimiento tácito de que el gobierno se confió del río, aunque ahora trate de desviar la opinión pública culpando a los demás gobiernos. 11 años en el poder es tiempo suficiente para haber acometido obras para reducir sustancialmente la dependencia de la hidroelectricidad, recursos tampoco le han faltado para hacer las inversiones requeridas y culpar a gobiernos de hace 15 o 20 años carece de sentido, habiendo tenido un aviso en los años 2002-2003 que le dejó suficiente margen para reaccionar, preparar y mantener la infraestructura necesaria para reducir la dependencia de la hidrogeneración. Nuevamente la falta de congruencia entre las palabras y los hechos estimula la desconfianza sobre la competencia del equipo gubernamental para actuar oportuna y eficazmente poniendo en duda su integridad.
Tercera: La presión draconiana y el discurso amenazante con expropiaciones o cierres de empresas tratando de intimidar y someter al sector privado a su voluntad, en lugar de soportar la medida con planes, políticas y procedimientos que generen confianza y credibilidad a través de la consulta, el diálogo, la participación y la comunicación es una señal evidente de la improvisación y la ineficacia de la política económica del gobierno, que a pesar de los gritos de así es que se gobierna, se ha visto a obligado a devaluar reconociendo su fracaso en la gestión económica y su terquedad para no asumir la medida antes cuando hubiera tenido menor impacto y hubiera podido ser mejor manejada en un ámbito más favorable. El orgullo y la soberbia nunca han sido buenos consejeros en política y en economía, meterse a brujo sin conocer la hierba inventando una realidad artificial sin escuchar a los dolientes y expertos puede ser un camino funesto para la economía nacional. Temporalmente podrá crear una “sensación” de alivio pero al transcurrir el tiempo quedará en evidencia tal cual como ocurrió con la devaluación. El miedo y el acorralamiento no promueven el desarrollo, al contrario crean incertidumbre y vacilaciones; sólo la seguridad, la confianza, el diálogo y participación para el consenso crean el clima propicio para el crecimiento económico.
Cuarta: La reculadera y vacilación que tiene el ejecutivo con la toma de medidas, tanto en la economía como en el sector eléctrico, son fiel reflejo de que el gobierno está reaccionando ante los eventos que le estallan en la cara y no se encuentra preparado ni tienes planes cuidadosa y rigurosamente estudiados, para combatir los males que le están afectando. El reconocimiento público de errores y de la necesidad de aprender, luego de casi 11 años en el poder, refuerza la impresión general de falta de capacidad gerencial e ineficacia del gobierno para afrontar la situación, potenciando la incredulidad y desconfianza. En estos momentos es que cobra capital importancia contar con un equipo de colaboradores preparado, crítico y autónomo, en lugar de una pila de sumisos y serviles que lejos de aportar, se convierten en pesada carga que entorpece la flexibilidad y el dinamismo requerido para solventar exitosamente los problemas que enfrenta el país.

Irónicamente, la crisis del capitalismo mundial obligó la devaluación de la moneda en el país que se jactaba de haber desenganchado el vagón de la locomotora de la muerte; y curiosamente, o mejor dicho convenientemente, el gobierno deja de presentar el salario mínimo en dólares para presentarlo en términos nominales de bolívares corrientes para impresionar con su magnitud, sin hacer referencia al poder de compra comparándolo con la inflación o la canasta básica y/o alimentaria. Se puede vivir de apariencias e ilusiones por un tiempo, pero tarde o temprano la realidad nos alcanza rompiendo la burbuja artificial, lo sano es pensar con la cabeza y sentir con el corazón, pensar con el estómago vendiendo nuestra conciencia y autonomía solo conduce a mayor oscuridad, confusión, manipulación y fracaso.

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