lunes, 11 de enero de 2010

EL MOMENTO DE LA VERDAD

ha hecho evidente a través de la historia que ninguna medida es mala en todas sus dimensiones ni buena en todos sus alcances, normalmente existe un espectro de efectos favorables y desfavorables que la acompañan y cuyo balance indica la conveniencia o no de su adopción. La nueva tasa cambiaria establecida el viernes pasado es un reflejo de la aseveración anterior, pues si bien es cierto que la tasa 2.15 Bsf/$ era irreal y carecía de confianza en los ciudadanos, generando toda clase de distorsiones y expectativas en la economía, la nueva regulación del mercado cambiario pudiera entre sus bondades contribuir a reducir las distorsiones creadas siempre y cuando se fomente la confianza entre los sectores productivos y los entes gubernamentales. En el lado negativo de la balanza hay que considerar que la creación de “riqueza instantánea” mediante un artilugio cambiario, cual nueva búsqueda de El Dorado versión 2010, es como si de una semilla de cualquier fruto fueran a salir dos plantas en lugar de una; se rompe el balance natural que debe existir entre el valor de los bienes y servicios producidos por una nación y sus ingresos, contribuyendo ya per se negativamente de dos formas. Primero, va en contra de una cultura de esfuerzo, trabajo y productividad que caracteriza a las economías sanas y pujantes, lo que refuerza la mentalidad del facilismo, el golpe de suerte y la picardía en lugar de promover la responsabilidad y laboriosidad. Segundo, en el contexto de un año afectado por un pobre invierno, aunado al efecto del verano en sus primeros 6 meses, va a ser muy difícil lograr alguna recuperación en la producción de alimentos por la escasez de agua, neutralizando el efecto esperado sobre las importaciones en ese sector que deberían mantenerse o aumentar de acuerdo a la severidad de la sequía, que en el mejor de los casos afectará los rendimientos de cultivos y animales hacia la baja. En los sectores manufactureros y de servicios que vienen de una contracción por la recesión y atraviesan un período de racionamiento de agua y energía eléctrica, también luce complicado que se logren recuperaciones en la producción y productividad en el presente año, por los efectos en disminuciones de horarios de trabajo y las incomodidades que puede causar la falta de agua respecto de la higiene y controles sanitarios. Sin electricidad normalmente hay paradas en máquinas, posibles daños a equipos, gastos adicionales en reparaciones y repuestos, mientras que sin agua hay forzosamente una reducción y/o alteración de las rutinas de higiene y limpieza que pueden afectar las ventas y los procesos laborales y sus rendimientos. En ese marco situacional, va a existir la presión inflacionaria y la consecuente corrección de precios en los bienes y servicios; tratar de contenerla en forma draconiana y amenazante no será de ayuda y creará más expectativas inflacionarias y fuertes dudas sobre el éxito de la sustitución de importaciones, ya que obviamente nadie va a producir a perdida y el gobierno para satisfacer las necesidades se verá forzado a seguir importando. Los programas sociales y fondos chinos, bicentenario, construcción, etc. pondrán dinero en la mano de ciudadanos que saldrán a demandar bienes y servicios que no estarán disponibles por la distorsión del balance ingresos - producción nacional y los determinantes señalados anteriormente, con lo que se fomentará el alza de los precios cerrando el ciclo maldito devaluación – inflación. Un panorama tan delicado exige de cada una de las partes interesadas sincerar sus estructuras de costos con las estimadas por el gobierno para que con la realidad en la mano se puedan establecer las medidas, políticas y planes que soporten y permitan el éxito de las mismas. Estimar los costos de producción desde afuera, desconociendo los procesos productivos y las realidades de los sectores industriales va a conducir a subestimaciones e imprecisiones que darán al traste con cualquier buen propósito que puedan tener las medidas implementadas. El sector productor debe abrir sus líneas de comunicación para clarificar ante la opinión pública sus costos reales y actualizados: materia prima, mano de obra, depreciación de equipos, energía, materiales complementarios e insumos, gastos de mantenimiento, gastos administrativos y de ventas, otros gastos, etc. para preservar su imagen publica y evitar la satanización que se les quiere endilgar, así como para corregir cualquier imprecisión en las huestes del gobierno. Un esfuerzo serio para promover la producción nacional obligatoriamente debe considerar los precios internacionales por rubro, los gastos de transporte, seguro, almacenaje y nacionalización así como las políticas arancelarias para comparar con el costo y precio nacional. Mientras el precio nacional no se acerque o esté por debajo del internacional será difícil reducir las importaciones, salvo que se recurra a los subsidios internos, los cuales sin un programa de mejoramiento de la productividad y eficiencia se hacen inviables en el largo plazo; por otra parte mientras el precio internacional sea inferior al nacional estará presente la motivación para todo tipo de triquiñuelas con las importaciones y el diferencial cambiario incluso al extremo grotesco de importar mercancía, reempacarla nacionalmente y sacarla como exportación nacional para sacar provecho, no de los plusválidos sino de los boliburgueses y bolifuncionarios que son los que controlarían a discreción las permisologías. Solamente un ambiente de concordia y sin amenazas puede augurar alguna posibilidad de éxito a este tipo de programa. No es momento para un líder tipo bolsa de flatulencias que al primer tropiezo u obstáculo libera gases por cualquier orificio abierto. Posiciones de amedrentamiento y bravuconerías vociferando acciones de los cuerpos de seguridad de la nación y sanciones de sus entes regulatorios, en lugar de abrir los canales de comunicación y confianza, pone en entredicho a un gobierno y deja en evidencia su debilidad y temor porque ha ido mermando en su credibilidad y confianza ante la población, debido a sus contradicciones y actuaciones erróneas: mantuvo el cambio fijo por cerca de 5 años para al final terminar devaluando a pesar de haberse negado reiteradamente a tomar esa medida en años anteriores, está envuelto en un escándalo de corrupción que salpica a la alta plana del ejecutivo y sus colaboradores, pidió a los ahorristas de los bancos intervenidos y a los venezolanos no gastar su dinero de utilidades en consumo durante diciembre y los sorprende con una maxidevaluación del 100% que le derritió sus ahorros cual helado al sol, ha tenido una conducta de persecución ante sus antiguos aliados, no se observa la misma velocidad de reacción cuando los señalamientos implican gente del gobierno y finalmente, su predica bolivariana y patriótica no es congruente con la creación de una moneda con el nombre del Libertador y el calificativo de fuerte, para devaluarla en un 100% en menos de dos años y que para rematar no es aceptada por ningún país del mundo. Por que someter a semejante vergüenza el ilustre apellido de uno de los más grandes hijos de América?
Quizás el objetivo que se persigue es acorralar al sector empresarial, provocándolo, sacándolo de sus casillas, etc. para asumir mayor control de los medios de producción, lo cual pudiera lograr a corto plazo pero a la larga colapsará igualmente la economía, porque no se ha sembrado ni cultivado el tesón, la perseverancia y el esfuerzo sino el facilismo y simplismo del acto ilusionista de la devaluación para generar riqueza fácil. Toca a la sociedad venezolana definir si desea dejarse seducir bajo el manoseo, el engaño, la ilusión y la manipulación o quiere encarnar y protagonizar un proceso genuino de desarrollo e industrialización basado en principios sólidos, estables y coherentes con los equilibrios que el mundo y la naturaleza requieren. Adicionalmente, hay que considerar lo mal empresario que es el estado y que se revela en tácticas como el central azucarero en Barinas, cuyo costo de producción es de 2.30 Bsf/kilo y el producto se vende al detal a 2.86 Bsf el kilo. La diferencia es aproximadamente del 25% lo cual equipara la cifra de la inflación y por tanto no hay ingreso para ninguna de las partes, generando descapitalización y trabajo de gratis o mejor dicho el gobierno saca provecho político explotando a los que se prestan para colaborar con él. Finalmente, hay que saludar el comienzo de la instalación de las plantas termoeléctricas para generar electricidad que deben ayudar a superar la crisis energética, solo queda preguntarse si la premura por las elecciones parlamentarias permitió evaluar correctamente las alternativas disponibles, ya que una planta que funciona con combustible fósil debe producir emanaciones de gases promotores del efecto invernadero, lo cual no es congruente con la posición recién asumida en Copenhague y si bien va a solventar la crisis a corto plazo, pudiera generar problemas mas graves a futuro para las generaciones venideras debido a su efecto sobre el cambio climático.

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