miércoles, 18 de noviembre de 2009

REFLEXIONES CON MARX Y ENGELS.

El intento de resucitar el comunismo, luego de sus estruendosos fracasos en países tan nombrados como Rusia, China y el mismo caso cubano tan cercano a nuestras latitudes, es lo más semejante a aquella cita de la historia universal donde los miembros de un ejercito sacaban a cabalgar el cadáver de su líder, famoso por su valor y sus habilidades en la guerra, como forma de atemorizar a sus rivales para mantenerlos aletargados en la pasividad por respeto al gran guerrero que ya no existía. La versión criolla del comunismo se mantiene a flote gracias a la bombona de oxígeno y el corazón artificial que constituye el chorro petrolero y sus precios internacionales. Sin ese comodín no podría sostenerse y duraría lo que el primer mandatario llama “un viento en un chinchorro” Cuesta trabajo imaginar como unas ideas que se originaron en una época tan distinta a la actual puedan seducir y pasearse libremente por la ideología y mentalidad de los “revolucionarios” criollos. Basta solo con considerar que apenas se estaban esbozando las invenciones que posibilitaron la revolución industrial y que sus efectos si bien lograron incrementos en los rendimientos no eran ni la sombra de los que se obtienen en la actualidad. Marx era partidario de que el valor de los objetos producidos se vinculara directamente al tiempo de trabajo que necesitara su producción y observó el carácter dual del trabajo: valor de uso de los artículos producidos y el valor de mercado. Siendo el primero la sumatoria de los elementos componentes del objeto y el segundo la cantidad que estaban dispuestos a pagar los compradores y que incluía un excedente del valor de uso que llamó plusvalía y que a su parecer se apropiaba injustamente el patrono y no compartía con sus trabajadores, dando origen a la explotación del hombre por el hombre. Es conveniente recordar para ir ubicando en contexto la situación, que para la época las principales actividades productivas eran agrícolas-ganaderas y de extracción de minerales con transición hacia la manufactura aprovechando el impulso de la invención de las máquinas a vapor y la revolución industrial. A primera vista, parece algo imposible que Marx y su colaborador Engels pudieran tener una idea clara de lo que se iba a desarrollar en el próximo siglo y medio, por tanto, lo más sensato que debería hacer cualquiera que pensara en adherir sus teorías sería revisar su pertinencia y aplicabilidad en la actualidad. Si se compara las condiciones de trabajo de la época y los procedimientos empleados en los procesos productivos se observan grandes cambios en la duración de la jornada, salario, condiciones de riesgo, medidas de seguridad e higiene así como en el trato hacia los obreros. Haciendo un intento de evaluar en forma análoga al factor trabajo y al factor maquinarias se facilita entender el planteamiento de Marx. El factor trabajo recibe como remuneración a su participación en el hecho productivo el salario, para satisfacer las necesidades de su familia: alimento, salud, vestido, vivienda y educación; mientras que el factor maquinaria se pudiera especular que recibe el apartado para amortizar la depreciación y los gastos de operación y mantenimiento. Profundizando el análisis y clarificando las equivalencias entre uno y otro se puede afirmar que mientras se han desarrollado métodos de depreciación que permitan balancear el efecto de la inflación sobre el costo de los bienes, generalmente el salario si sufre los embates de la misma y queda rezagado porque no se calcula con indexación. La depreciación es a la máquina lo que los planes de retiro, jubilación o pensión es al trabajador, representa el curso de acción al final de la vida laboral, la posibilidad de renovar equipos o disfrutar un retiro estable; y el salario que sirve para satisfacer las necesidades básicas del día a día es equivalente al gasto de operación y mantenimiento de la maquinaria; nuevamente se observa que mientras la máquina recibe lo que necesita; agua, lubricantes, combustible, etc. el trabajador o al menos una gran parte de ellos nunca lograba cubrir sus necesidades con el salario devengado. Si bien es cierto, que con el transcurrir del tiempo se han logrado avances en mejorar las condiciones de trabajo, ha habido legislación respecto a los riesgos en el trabajo y las normativas de seguridad e higiene industrial, se ha reducido la jornada laboral y se han incorporado bonos para ayudar a cubrir las necesidades de sus familias, todavía persiste una parte de la clase trabajadora que manifiesta la queja de no lograr ese objetivo con su salario y los complementos, mientras que las máquinas si obtienen todo lo que requieren para mantener su eficiencia productiva; aunque debe reconocerse que hay empresas cuyos salarios de entrada superan al mínimo establecido y tienen a sus trabajadores en condiciones satisfactorias o empresas como las japonesas donde el buen comportamiento de los padres asegura un puesto a los hijos.
Desde el punto de vista del humanismo, lo señalado sería una conducta de muy poca ética y moral en el trato hacia las clases trabajadoras que deberían tener al menos un trato paritario al de las maquinarias. Muchos podrán alegar que la maquinaria representa una propiedad de la cual el patrono dispone a voluntad mientras que los trabajadores pueden ir y venir entre distintas fuentes de trabajo. En mi experiencia particular, los trabajadores sólo cambian fuentes de trabajo si hay mejores beneficios, por tanto, es hipotéticamente posible que recibiendo remuneraciones acordes permanezcan leales a sus patronos. Toca ahora considerar el impacto de la modernidad y avance tecnológico sobre los procesos productivos y el rol del trabajador. Las innovaciones en mecanización, automatización e informática han permitido incrementos exponenciales de los rendimientos, impensados en años anteriores; esto ha permitido que se reduzca el tiempo de elaboración por cada objeto y la participación de la mano de obra. De esta manera surge una clara diferencia en relación a lo conocido por Marx: la fuerza de trabajo parece orientarse cada vez más hacia el uso de las capacidades mentales e intelectuales del ser humano, en lugar de su fuerza física y las condiciones de trabajo y actividades riesgosas están fuertemente reguladas, lo cual a todas luces significa al menos, una fuerte reducción de las causas que dieron origen a la expresión de la explotación del hombre por el hombre. Sin embargo, queda pendiente por clarificar o comprender si el patrono o empresario se apropia indebidamente de alguna porción de la torta que pudiera corresponderle al trabajador, considerando que al final de su vida laboral muchos ancianos quedan en la indigencia o sus pensiones no les alcanzan para llevar una vida digna. Este es un aspecto sobre el que puede discutirse y argumentarse ampliamente y en el que quizás solo hace falta unificar la perspectiva que sobre el mismo tienen las distintas partes. Incluso el mismo estado debe chupar en esos señalamientos, ya que a través de la recaudación tributaria mete la mano en la supuesta plusvalía que se apropia el patrono o no es sobre ese pote que se pagan los impuestos? Eso coloca a las autoridades gubernamentales en posición de receptores del reclamo de la plusvalía del trabajador, porque deberían ejecutar obras con esos recursos que permitieran, la educación y/o capacitación para el desempeño optimo en el futuro actualizando conocimientos, la atención de sus requerimientos respecto a salud, una vivienda donde levantar sus familias y un retiro digno y decente al final de su vida laboral. No hay que olvidar que el estado mete la mano en los escuálidos salarios de la clase trabajadora a través del IVA, quitándoles poder adquisitivo para satisfacer sus necesidades de alimentación y vestido sin una adecuada compensación en los factores ya señalados anteriormente. A manera de ejemplo luce inexplicable como nuestro gobierno teniendo un excedente de casi 15$ por barril sobre el precio-barril que estimó en el presupuesto, no reduce el IVA para favorecer el consumo de la población, si esa variación le representa en el año un excedente de 12 mil a 15 mil millones de dólares. Es decir, si la apropiación indebida de la plusvalía por parte del patrono existe, el gobierno cuando menos es socio o cómplice porque toma su buena tajada a través de la vía impositiva. Pero más importante aún, es que quizás se está abordando la situación por el camino equivocado, dándole un enfoque de competencia entre las partes cuando debería ser de complementación o de simbiosis: una empresa es como una gran madre que posibilita el bienestar de sus trabajadores que constituyen su núcleo familiar y el éxito de la empresa está íntimamente ligado al éxito y desempeño de sus trabajadores. Unos trabajadores descontentos, sin compromiso y sin lealtad hacia sus empresas nunca harán una empresa exitosa y una empresa nunca será exitosa sin el apoyo decidido y firme de su fuerza laboral. Hay que romper ese paradigma de relación conflictiva empresa - trabajadores y sustituirlo por uno de colaboración, de trato justo y de bienestar para todos sus integrantes. Tal vez solo hace falta hablar claramente con la verdad los unos a los otros para entender como funciona una empresa, que recursos requiere o necesita para su operación exitosa en el presente y en el futuro de manera de garantizar la estabilidad laboral en el tiempo y que recursos puede destinar a mejorar la calidad de vida de los trabajadores. Igualmente, el estado como socio o cómplice en el usufructo de la plusvalía debe aportar lo que le corresponde para el mismo fin y así entre todos, armónicamente conformar el sistema socio-laboral que nos conduzca a la senda del progreso y desarrollo. Es cuestión de flexibilidad para abordar otros puntos de vista, de comunicación para expresar asertivamente los propios y de proactividad para conformar acuerdos ganar-ganar entre las partes.

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