jueves, 9 de diciembre de 2010

¿CAPITALISMO SALVAJE O SALVADOR?

Durante los últimos 12 años, el ejecutivo se ha dedicado a despotricar con vehemencia del capitalismo, equiparándolo con las peores plagas que han azotado al mundo. Al principio el mensaje caló en una parte de la población, que aspiraba un cambio en la forma de conducir la nación y se dejó enredar en ese verbo violento, que atribuía todos los males al sistema capitalista. Con el paso del tiempo ese sueño se ha ido desvaneciendo ante el evidente fracaso, que la realidad circundante a todos y cada uno de los venezolanos ha puesto de manifiesto, sin dejar margen para las excusas. Se ha tenido una AN con mayoría calificada y complaciente para aprobar el más mínimo de los caprichos presidenciales, se ha tomado control del resto de las instituciones nacionales que podían balancear el uso del poder (TSJ, MP, DP, CG, CNE, etc.), los ingresos tanto por petróleo como por recaudación tributaria han sido cuantiosos y las Fanb se han “acurrucado” con el proyecto; sin embargo, el ciudadano común mira a su alrededor y no percibe el anhelado cambio que decidió apoyar en el 98. Para colmo de males, el poco bienestar que le ha llegado a través de las misiones, es una espada de Damocles con la cual lo amenazan cada vez que hay una elección. Es decir, lo poco de bueno que ha podido disfrutar durante esta década, no tiene carácter permanente ni puede sentirlo como algo propio o bajo su control, sino que se ha convertido en una hojilla de doble filo para chantajearlo a la hora de votar, y manipular su libre y autónoma decisión a darse el tipo de gobierno que quiera, a pesar de la retórica altisonante del gobierno que se jacta de haber liberado al pueblo y haber roto “para siempre” las cadenas del coloniaje y vasallaje del venezolano. Convenientemente, ese “para siempre” está asociado a la permanencia en la primera magistratura para siempre de la luz que guía la revolución. Doce años son suficientes para hacer una evaluación, comparando las expectativas que despertó el sueño que nos ofrecieron y la realidad que nos circunda. Es una ley natural que al envejecer vamos perdiendo capacidad y los adelantos tecnológicos nos van desactualizando ¿Por qué pensar entonces que lo que no se ha logrado hacer en la flor de la vida se va a poder cumplir durante la senilidad? Incluso, la misma dirección que se le ha dado a la organización político administrativa de la nación, revela en forma palpable y grotesca la escasa visión en la cúpula que dirige el país. La centralización de competencias, motivada por las inseguridades de un gobierno que se sabe que no ha sido eficiente ni atinado en sus decisiones de inversión, y la necesidad de colocar obstáculos a sus adversarios políticos y potenciales rivales en 2012, ha prevalecido de manera sectaria y excluyente, relegando a un segundo puesto las necesidades de la población, con tal de no deslucir al comparar la efectividad de las gestiones. La tragedia natural que azota la zona norte del territorio nacional en los actuales momentos, así lo pone de manifiesto: ¿cuánto tiempo ha pasado para que la autoridad central se apersonara en cada una de las áreas afectadas? No hubiera sido más rápido que las autoridades regionales contaran con recursos para atender sus emergencias de manera puntual, expedita y efectiva, como lo hacían antes de la centralización de competencias. Por supuesto que si, el tiempo que se perdió esperando la visita, la inspección y/o evaluación de los daños para aprobar recursos, es un tiempo valioso de reacción y durante el cual la población queda desamparada y limitada a las acciones que pueden ejecutar las autoridades regionales, quienes han sido maniatadas financieramente por la diabólica maniobra del precio del barril petrolero y la centralización de competencias. Sí los funcionaros públicos de la administración central tuvieran luz verde (como debe ser en todo país civilizado) para coordinarse con las autoridades regionales, en lugar de esperar la “orden de arriba”, se pudieran haber ejecutado muchas acciones de manera oportuna que hubieran atenuado la magnitud de la desgracia y el sufrimiento de la gente. Igualmente, sí esa coordinación se hubiera manifestado en forma preventiva, se hubieran mitigado muchos de los daños a la infraestructura vial e hidrológica de la nación, porque los “dolientes o interesados”, hubieran logrado la atención de sus necesidades mediante observaciones y solicitudes oportunas de recursos y apoyos. Actualmente, al centralizar esas competencias las decisiones se toman en la capital de la nación lejos del terreno de los acontecimientos, bajo la óptica del sectarismo político electoral que no ve con bueno ojos las gestiones exitosas de quienes disienten de su ideología. A manera de ejemplo, recordemos las declaraciones del segundo de abordo días atrás, cuando se le consultaba acerca de posibles desabastecimientos de rubros agrícolas y respondió que cualquier contingencia la importarían rápidamente de Colombia. La pregunta es ¿será posible, sí allá la tragedia parece ser de mayores dimensiones?. Los colombianos hablan de más de 1000000 de damnificados, 200 muertos y 28 de los 32 departamentos de la nación afectados. Es como que al vecino se le queme la casa e irle a pedir ayuda porque se nos tapó el baño. Esa prepotencia y soberbia, ese sentirse autosuficientes y “sobraos” ante las voces de alerta es lo que ha conducido al agravamiento del desastre. Que poca pertinencia, asertividad y conocimiento de la realidad dejaron entrever esas declaraciones para un funcionario de tan alto rango. Lo acontecido en Falcón donde las autoridades militares detienen una caravana con ayuda para la gente, pasando por alto su necesidad y desesperación, con el sólo objetivo de evitar que sectores que se oponen a la gestión oficialista pudieran tener un gesto de solidaridad con sus compatriotas, raya en el colmo del egoísmo y la insensibilidad ante el sufrimiento de los afectados por las inundaciones. El mismo ejecutivo luce desbordado por la emergencia al no ser capaz de valorar la dimensión de la misma, intentando sacar provecho político de la misma azuzando la lucha de clases ante la furia con que la naturaleza ha golpeado las clases oprimidas. En cualquier lugar del universo desastres de esa magnitud hacen que los líderes pongan de lado las diferencias y los pueblos se unan en un solo esfuerzo de solidaridad hacia sus semejantes en desgracia. Que distinto sería, sí el gobierno se colocara al frente del esfuerzo solidario ofreciendo los bienes expropiados, dentro de los cuales hay una infraestructura hotelera, para ponerlos al servicio de los damnificados, en lugar de tenerlos en sitios no acondicionados logísticamente para ello como estadios deportivos, instalaciones militares y/o el Sambil. La desesperación ante la emergencia lo hace contradecir sus palabras, porque mientras ataca al capitalismo y al sector privado, ha tenido que echar mano de toda una infraestructura que se construyó gracias al capitalismo. Desde hoteles, pasando por los fuertes militares hasta los estadios y escuelas han sido construídos con dineros del capitalismo, no hay una sola dependencia que pueda ofrecer la revolución como construída por el comunismo del siglo 21 que pueda servir de refugio. Lamentablemente, en vez de dar el ejemplo con desprendimiento y generosidad poniendo esos bienes a disposición de la gente en desgracia, para que por lo menos mitiguen la angustia de la tragedia en lugares cómodos y adecuados, se ha preferido la actuación autoritaria y sectaria buscando dividir a los venezolanos. La parábola de la limosna de la viuda (San Marcos, 12:41-44) que ejemplifica la caridad genuina al dar de lo propio y de lo que se necesita, claramente cuestiona y contradice la actuación del primer magistrado, quien ha preferido ofrecer lo que no es suyo mientras se “encaleta” una cantidad de bienes que el estado ha expropiado y que funcionarían como excelentes refugios para tantas personas que han tenido que abandonar sus hogares. La misma raíz bolivariana, critica la contradicción con el Libertador que aportó los bienes de su peculio y libertó sus esclavos, demostrando con hechos no demagógicos su convicción y compromiso con las causas que promovía y respaldaba. No hay que dejarse engañar ni manipular, al contrario hay que preguntarse que bajas pasiones y viles sentimientos anidan en un corazón, que en lugar de aprovechar el regocijo de las cercanías de las festividades navideñas para unir a los venezolanos en un esfuerzo caritativo, solidario y de bondad, prefiere exacerbar los resentimientos y odios escondidos en los más oscuros recovecos del alma humana.

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