jueves, 10 de diciembre de 2009

EL MIEDO A LAS FUERZAS POPULARES O JUGAR A SER DIOS

No hay nada más placentero o agradable a un político que el aplauso de sus partidarios como expresión de su ascendencia o dominio sobre sus seguidores; de la misma forma no hay nada peor para ellos que el desprecio o la indiferencia ante sus ideas y planteamientos. Es por eso, que observamos como son capaces de emprender las más burdas estrategias con tal de no perder el fervor popular o no dejar que sus adversarios los superen en las preferencias de la opinión pública. En esas escaramuzas se cae en la falsa ilusión de acercarse a la divinidad, asumiendo que sus ideas y postulados son los correctos y que nadie más puede descifrar las necesidades y anhelos de la población a excepción de ellos; llegando incluso a atribuirse el monopolio absoluto de la capacidad para satisfacer las aspiraciones de los ciudadanos, en un ciclo vicioso que se agiganta cual bola de nieve en la medida que se va acumulando poder a través de las victorias políticas y cada vez menos ciudadanos se atreven a contradecirle, potenciando el fracaso, dada la imposibilidad para cualquier ser humano de conocer y/o dominar todas las facetas del conocimiento. Paradójicamente, en la soledad del poder, se debilita el liderazgo en lugar de fortalecerse porque tiende a ser egocéntrico, personalista y arbitrario, lo cual irremediablemente conduce a la misma estrategia: imponerse mediante la fuerza o el miedo. No es al azar que un gobierno con casi 11 años en el poder y administrando cuantiosos recursos, tenga que recurrir al amedrentamiento de sus partidarios en lugar de a su obra de gobierno para lograr adhesión, respaldo y cohesión en sus filas. Surge así, la controversial idea de la razzia política o de la intolerancia del adversario que de llegar a acceder al poder se dedicaría a la persecución y destrucción de los actuales gobernantes y sus acólitos. Controversial, porque el verbo agresivo que ha hablado de barrer al disidente, de convertirlo en polvo cósmico, de desaparecerlo del mapa político, arrasarlos y exterminarlos ha sido el de los actuales gobernantes. Que durante 2002 hubo una conducta en ciertos líderes de la oposición que se ha tildado de fascista e intolerante, porque ubicaron a los dirigentes del chavismo en sus casas o conchas, en unas acciones que pudieran catalogarse de vengativas e intolerantes; es cierto, pero también hay que ubicarse en el contexto en que ocurrieron los hechos y recordar no solamente el incidente de los pistoleros de LLaguno disparando a mansalva, hacia una marcha pacífica junto con los muertos que se produjeron a manos de desconocidos hasta el momento y cuya responsabilidad ha recaído sobre los comisarios y PMs de manera injusta a mi forma de ver. Ese hecho nunca había ocurrido en nuestra historia, cada bando culpaba al otro por lo sucedido y trataba que se hiciera justicia para que el hecho mencionado no quedara impune. Por eso había gente en la calle persiguiendo y tratando de atrapar a los responsables de tamaña agresión a los derechos fundamentales del ser humano, no por odio sino por sed de justicia y de que el hecho no quedara impune. Cada uno de los protagonistas de esos sucesos y nadie mejor que ellos, puede dar su testimonio y explicar que realmente pasó. Mediáticamente, el oficialismo que al final se quedó en el poder, ha contado la historia a su manera, se victimizó y satanizó a sus adversarios como violentos y expresión genuina del odio, aprovechando la estupefacción y el duelo de sus adversarios por la derrota sufrida. Habrá pasado el suficiente tiempo como para que los venezolanos puedan analizar fríamente, desapasionadamente y en forma racional aquellos hechos o todavía serán fácil presa de la manipulación y tergiversación interesada de lo que ocurrió. El pueblo valiente de Bolívar seguirá presa fácil de los manipuladores de oficio que pretenden asustarlo y atemorizarlo como niño chiquito con un coco que no existe o como asustaban a las parejitas de enamorados en los siglos pasados hablando de espantos y aparecidos, para mantener a las damiselas en sus casas, luego del atardecer o como los bribones y vagabundos, que para disfrutar de la soledad y la oscuridad usaban el mismo argumento para realizar sus sinverguenzuras. Seríamos indignos de la gloria del Libertador y de su genio para desafiar dificultades si cayéramos cual mansas cacaítas en semejante ardid. Inventamos o erramos, no hay que tener miedo a equivocarse. Nada puede ser peor que mantenernos atados a algo que no ha dado resultados y que aparentemente no va a darlos. El pasticho comunista se destruye a sí mismo: si ser rico es malo, si generar ganancias es malo como se va a mantener el estado si uno de sus principales ingresos viene de la vía impositiva sobre las ganancias y el valor agregado. Las empresas oficialistas y socialistas presupuestan sus ingresos iguales a sus egresos con lo cual no hay ganancia (o pretenden que no la hay), si el precio del petróleo se mantiene en los actuales niveles y los precios de los bienes y productos se fijan de acuerdo al costo y la teoría de Samán de las arepas de pernil a 1,50 Bsf c/u, con que recursos se va a mantener un estado que cada día absorbe más carga de trabajadores y nóminas. Estaría destinado al colapso a menos que rectifique. La ganancia no es mala per se sino que debe ser racionalmente establecida de acuerdo al esfuerzo y tipo de negocio del cual proviene.
La realidad no puede ser interpretada a conveniencia ni manipulada de acuerdo a los intereses particulares y un gobierno que se llame humanista a si mismo, no puede conducirse en forma animal enviando jaurías de simpatizantes con franelas rojas a las tierras y empresas que expropia como si fueran hienas acechando a su presa. Si está procediendo de acuerdo a las leyes vigentes no necesita degradar a sus partidarios a nivel del salvajismo o es que no lo ampara la ley y se tiene que imponer a la cañona? Es igualmente un comportamiento irracional y contra natura arrasar cultivos en fase de crecimiento porque es casi lo mismo que nos han dicho en nuestros hogares de no botar la comida porque hay mucha gente pasando necesidades. Esas acciones no tienen coherencia con el calificativo de humanista que se endilgan los revolucionarios, por el contrario degradan al ser humano al nivel de bestias. No se puede hablar de temor a las fuerzas populares para tratar de legitimar las acciones de participación popular afines a sus propósitos y al mismo tiempo ignorarlas cuando se oponen a sus designios como en los casos de usurpación de competencias de los gobiernos regionales, donde se ignoró olímpicamente la voluntad popular. Ni hablar del caso de la alcaldía metropolitana, en el cual no solo se burla la decisión del soberano, sino que se incurre en un gasto inútil de una campaña electoral y sus elecciones, para tan solo meses después desconocer esas elecciones nombrando una autoridad a dedo irrespetando la decisión del electorado; o cuando se suspendieron las elecciones de juntas parroquiales para evitar que la disidencia recuperara espacios políticos o el rechazo vía decretos y leyes de la no aprobación de la reforma constitucional. Jugar a ser Dios no es sano, por el contrario entraña un inmenso riesgo de errores y muestra un gran desprecio por la opinión de los demás. La autonomía de los poderes públicos la compromete el mismo primer mandatario cuando ha reconocido a través de sus cadenas y alocuciones sus comunicaciones con los titulares de los otros poderes para llamarlos a la acción, lo cual representa una confesión de una relación de subordinación en los otros poderes que permanecen pasivos e inermes ante los hechos hasta que reciben esa orden para actuar. Para muestra bastan los siguientes botones: caso del colectivo “la piedrita” vs. Marcel Granier, caso de Lina Ron vs. Globovisión y ahora la bicicleta bancaria. En todos ellos a pesar de haberse generado en forma notoria, publica y constituir noticia criminis no se dió ningún paso en firme por parte de las instituciones pertinentes hasta que no hubo la orden del ejecutivo. Contrariamente, no ha sucedido lo mismo con innumerables denuncias de la oposición que duermen el sueño de los justos, esperando que se produzca la mencionada llamada para que las instituciones actúen. Puede entenderse que las autoridades al frente de esas responsabilidades sean militantes y afines al gobierno, pero es antiético e inmoral que carezcan de criterios y que subordinen la integridad de la justicia y la ley a los intereses políticos del grupo en el poder y sus parciales. La descomposición ética de las cúpulas en el poder se potencia en los ciudadanos porque se pervierte el liderazgo y degenera en compra de conciencias, complicidades y padrinazgos. Si los que están bajo la lupa y el punto de luz se comportan de esa forma y dan esos ejemplos, entonces los menos conspicuos se sienten habilitados o estimulados a realizar todo tipo de tropelías para su propio beneficio.
Jugar a ser Dios es un juego peligroso, pero creerse Dios omnisciente y omnipotente es una insensatez que se paga a un precio muy elevado.

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