sábado, 5 de septiembre de 2009

REALIDAD APABULLANTE vs ANTIVALORES OFICIALISTAS

En el año 2010 irán a votar por primera vez aquellos electores que en 1998 tenían alrededor de 8 años y cuyo conocimiento de lo ocurrido durante la fase previa a la revolución bonita, será prácticamente nulo salvo contadas excepciones. Si consideramos la tasa de natalidad en nuestro país y la composición de la población por edades, puede fácilmente establecerse que cada día que pasa aumenta el número de venezolanos cuyo contacto, recuerdo o conocimiento de la cuarta republica es muy limitado; así mismo, el numero de venezolanos que de alguna manera conocieron o vivieron ese período y puedan atestiguar de primera mano los intríngulis subyacentes a las decisiones tomadas por aquellos gobiernos va disminuyendo. Este escenario explica claramente la urgencia de la cúpula oficialista por dominar y controlar el sistema educativo y los medios de comunicación en masa, para de esa forma poder determinar que se les va a inculcar a las nuevas oleadas que se vienen levantando y la cuarta republica quedaría condenada a la satanización, el desprecio y el olvido. Hasta ahora la estrategia ha sido parcialmente exitosa logrando que los actores políticos del período señalado se inhiban y abstengan de realizar debate público sobre las bondades y/o debilidades de esos gobiernos, permitiendo sin querer queriendo el endiosamiento de la gestión roja rojita. El meollo del asunto radica en que los resultados de la revolución luego de casi 11 años no son nada alentadores y solo puede exhibir como bandera su solidaridad social que si bien ha ayudado a soportar las inclemencias de la pobreza sobre el grueso de la población, no deja de ser un pañito caliente que no ataca la raíz del problema. En lugar de enseñar a pescar a los ciudadanos, se ha limitado a dar el pescado sin preparar a los habitantes para desempeñarse por si mismos en forma autónoma, con lo cual el problema permanece latente como un cáncer en fase de metástasis a punto de ser detectado. En forma de analogía, lo que ha sucedido en la ultima década puede graficarse como el caso de una persona que habiendo ganado el Kino, decide adoptar a todos los huérfanos de su región y en lugar de enseñarles un oficio digno para que creen riqueza y aporten al mantenimiento a largo palazo del programa, se dedica a adoctrinarlos en un enfoque económico fracasado mundialmente y que se basa en el endiosamiento del líder y el uso rentista del premio. Los resultados están a la vista, casi ninguna, por no generalizar, de las empresas expropiadas, recuperadas o reactivadas es rentable, lo cual determina que se destinen muchos recursos a su sostenimiento operativo que pudieran usarse para otros fines restándole flexibilidad al presupuesto y creando toda clase de distorsiones e insatisfacción en los trabajadores que salen en protesta por el desconocimiento de las contrataciones colectivas. En pocas palabras, mientras no se forme un ciudadano para ser productivo, responsable, honesto, solidario y eficiente cualquier cosa que se haga es echar dinero por la ventana bajo el adagio de pan y circo para hoy y hambre y velorio para mañana. Los pocos indicadores exhibibles de la revolución son tan contradictorios por decir lo menos, que días atrás se presentó un trabajo que mostraba a Caracas como la segunda ciudad más insegura detrás de Ciudad Juárez en México, a pesar del cacareado crecimiento del PIB durante 20 trimestres consecutivos de que se ufana el gobierno nacional. Mientras los mejicanos reconocen caída del PIB del orden de 10 ptos. porcentuales y un índice de desempleo cercano al 20% como detonantes de esa escalada de violencia, aquí las autoridades nacionales no dan pie con bola a pesar del crecimiento económico y el índice de desempleo menor a 9% que pregonan, lo cual parece indicar una perversión de los valores fundamentales del ciudadano no obstante los “esfuerzos y logros” de la revolución educativa. Una revolución que se jacta de la solidaridad y el amor entre los seres humanos y despotrica del capitalismo salvaje que privilegia lo material e individual sobre el bienestar y calidad de vida colectivo se encuentra entrampada ante los pobres efectos que sus premisas basadas en lo social han alcanzado en la conducta del venezolano. Si los protagonistas de la cuarta republica se organizaran, recuperaran las estadísticas de aquellos gobiernos y contaran con la colaboración de los medios de comunicación en masa, no para defender la cuarta, sino para argumentar que la realidad apabullante que estamos viviendo, confirma que tomamos el camino equivocado cuando se votó por un cambio en el 98 aspirando algo mejor y hasta el momento no hay el menor indicio de que estemos en el camino correcto. Solamente en vivienda y en seguridad personal las cifras de la actual gestión provocarían la renuncia de cualquier profesional que se precie de serlo, por eso es que es tan importante que los que ejercieron el poder político antes de la revolución bolivariana puedan presentar y comparar sus realizaciones en cuanto a PIB per cápita (petrolero y no petrolero), importaciones per capita, inflación acumulada en el período, homicidios, presupuesto de la nación o recursos disponibles, producción agrícola por rubro, derechos humanos, presos políticos y composición política del congreso o asamblea. No hacerlo es bajarse los pantalones y colocarse de espaldas esperando el saludo de pelotero (disculpen la crudeza de la expresión) Un comparativo de los distintos quinquenios en base a ciertos indicadores básicos arrojaría muchas luces a la nuevas generaciones de electores, repito no para defender la cuarta, sino para reflejar el fracaso del cambio que se ha querido implementar; en lugar de mejorar muchas cosas han empeorado. Mientras más coloquiales sean estas comparaciones mayor el éxito del mensaje intentado. Hasta ahora el gran rojo ha esquivado el bulto con la excusa de que sus viviendas son de 72-80 m2 y antes eran de 45 m2, lo cual no es valedero, porque el que vive en un rancho de lata, láminas de zinc, cartón, maderas o arrimado con la familia paterna ocupa un área menor a los 45 m2, pero seguramente preferiría una vivienda de concreto de menor superficie pero mas sólida y estable, la cual perfectamente se puede planificar para expansión a futuro al área requerida, mejorando sustancialmente la seguridad y calidad de vida del ciudadano e impactando a un mayor numero de familias, dado que gran parte de los núcleos familiares beneficiados hasta ahora son menores a 4-5 personas. Incluso hay la extraordinaria oportunidad de que se pueden comparar los dos quinquenios de CAP y Caldera con la década comunista actual, con la salvedad de que los primeros fueron intercalados mientras el gobierno en ejercicio ha mantenido continuidad lo que supone alguna ventaja. Quizás la comparación con la década perecista sea la mas indicada dada la inestabilidad política que enfrentó en los sucesos del caracazo y los dos intentos de golpe de estado que en cierta forma balancearían el efecto del paro petrolero de finales del 2001. La misma diferencia de enfoque político económico entre el actual Presidente y el ex presidente Pérez aconsejan la comparación para poner de manifiesto el pobre resultado de la presente gestión. Sería inadmisible que criticando a CAP hasta el extremo de intentar derrocarlo dos veces y considerándose su antitesis, su administración no supere con creces a la del gocho. Teniendo información confiable y verídica para presentar a la población, se le estaría dando la facultad, para que analítica y objetivamente pueda juzgar las distintas administraciones y forme su propio juicio de si vamos en el camino correcto o no, de si estamos en presencia del cambio que se planteó en el 98 o no.
Finalmente, un país es como un equipo deportivo debe actuar compenetrado, integrado y coordinado para poder tener éxito. La división nacional y la resistencia de un grueso sector de la población a seguir el camino señalado por los líderes comunistas hacen imposible una gestión exitosa. Imaginen un equipo donde la defensa no apoya a su ofensiva o donde el catcher no se entienda con el pitcher o el campocorto se niegue a coordinar con el resto del cuadro, no podría hilvanar estrategias victoriosas y estaría condenado al fracaso. La tozudez, la falta de visión y coraje en la cúpula oficialista para emprender un plan de consenso e incluyente para todos, inevitablemente socava las bases de la revolución y conducirá a su descarrilamiento por la imprudencia de apretar el acelerador a fondo sin tener el control del vehículo y de la ruta. Solo la falta de entendimiento y de propuestas o la torpeza de la oposición puede truncar el embrión de la transformación unitaria en marcha.

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