lunes, 7 de febrero de 2011

4F: MIRARSE EN EL ESPEJO 19 AÑOS DESPUES

Recordar la intentona golpista del 4F92, forzosamente obliga a establecer comparaciones entre las condiciones presentes en aquel entonces, que posibilitaron la insurrección y las expectativas de cambio que aspiraba la población. Igualmente permite establecer paralelismos y divergencias con el 11ABR02, cuando se presentó una situación que desembocó en la ruptura del hilo constitucional. Los defensores del 4F alegan que las masacres de los días finales de Febrero 89, deslegitimaron a un gobierno enmarcado en un proceso inflacionario y que puso en marcha un programa de ajuste económico de manera radical, olvidando o ignorando el efecto sobre las clases más pobres de la sociedad. Adicionalmente, existían cuestionamientos en cuanto al manejo de los dineros de la nación y la subordinación al FMI. Sin embargo, llama poderosamente la atención el poco apoyo civil que recibió dicho movimiento, considerando que trataba de resarcir a un pueblo oprimido. Cuando menos habría que cuestionarse ¿sí la masacre mencionada de finales de Febrero 89 causó una herida en la población tan profunda que no veía a los militares como sus aliados? O ¿sí el tiempo transcurrido entre las medidas de ajuste y el golpe dió lugar a apreciar ciertos síntomas de mejoría en la vida nacional y por eso no hubo apoyo popular? A favor de este último cuestionamiento y en detrimento del primero, pareciera inclinarse la balanza al considerar que al repetirse la intentona el 27N92, tampoco hay apoyo popular y ya no se podría esgrimir la sorpresa como la justificación de la indiferencia de la población. Otra apreciación de la situación podría señalar que durante los 34 años transcurridos desde la caída de Pérez Jiménez hasta la fecha de los sucesos, la población perdió conciencia de su poder para presionar los cambios que sus aspiraciones reclamaban. Aunque deba ser dicho que el estallido social casi 3 años antes, no soporta esta tesis, sino más bien parece reforzar la creencia en la fuerza incontenible que reside en la población para canalizar sus mejoras y reivindicaciones. Otra sombra que se pasea por el recuerdo de aquellos sucesos es la pasividad con que dicho movimiento MBR200 aceptó la masacre de los ciudadanos 3 años antes. Si bien es cierto que se puede esgrimir que no estaba totalmente maduro, organizado o coordinado para la fecha, debe presumirse que al menos en 7 años de reuniones el ideal bolivariano fuera lo suficientemente sólido, como para seguir el lineamiento del padre de la patria de no volver las armas contra su pueblo. No obstante, por ahora no ha habido ningún testimonio de rechazo a la orden de arremeter contra los saqueadores o cuando menos de alguna propuesta alternativa, menos trágica, de contenerlos para devolver el país al orden. Queda en el aire la pregunta de si ¿participaron o no los miembros del MBR200 de las acciones para someter el amotinamiento de la población en el 89? ¿Qué permitió que el liderazgo que ahora se manifiesta como “indispensable” no se manifestara en aquel entonces con una arenga, proclama o propuesta, que impidiera el derramamiento de sangre entre hermanos? Obviamente, nuestra situación actual no permite respuestas abiertas ni la disposición al diálogo o la discusión de las mismas, debido a la falta de tolerancia y el sectarismo político que se ha impuesto en la búsqueda de la hegemonía del pensamiento único, indiscutible e irrefutable. Bastaría retroceder la película hasta el año 92 y repasarla en cámara lenta, para observar hechos que han pasado desapercibidos, pero que pudieran tener enorme significación en los acontecimientos que se desenvolvieron dentro de nuestra historia contemporánea. Primero habría que considerar que al año siguiente se realizarían elecciones para elegir al sucesor de CAP, lo que pudiera haber conducido al cambio que se estaba anhelando por vías pacíficas y democráticas. Inexplicablemente quienes hoy detentan el poder y estigmatizan la oposición de golpista, ignoraron la cercanía del mencionado evento electoral, para tomar el atajo de la insurrección anteponiendo su conveniencia personal a los intereses del país. Sorpresivamente, diez años más tarde (Abril, 2002) el líder de aquella asonada llama a usar mecanismos democráticos previstos en la constitución para deponer su gobierno y evitar la vía violenta del golpe de estado. Convenientemente, recurrió en ese entonces a prorrogas y dilaciones por más de un año con argumentos como la extemporaneidad de la recolección de firmas, para ganar oxígeno mientras implementaba las misiones sociales que le permitieran repuntar en la opinión pública y evitar un resultado adverso en el referéndum revocatorio del mandato. Es decir, en el 92 no se podía esperar un año y medio hasta las elecciones, pero en el 2002 si se tenía que esperar hasta el 2004 para intentar el cambio que sacó a la calle a una multitud durante días enteros pidiendo su renuncia. ¿Cómo entonces puede darse credibilidad al lema del poder popular o el pueblo legislador? Si sobran las demostraciones en las cuales la voluntad popular se burla olímpicamente: Diputados electos no juramentados, la defenestración del alcalde metropolitano solo por ser un representante de la cuarta republica que derrotó a su candidato “revolucionario”, el despojo de competencias a las gobernaciones y alcaldías en la medida que fueron ganadas por sus adversarios como medio de negarles recursos y comprometer su gestión, suspendiendo o adelantando elecciones a conveniencia y formulando leyes inconsultas para hacer su voluntad. En todos esos casos el poder popular ha estado en contra de las decisiones tomadas, pero sus deseos no han sido respetados. Algo similar ocurrió con la ley de universidades que se aprobó de manera “Express”, ignorando el proyecto introducido por los estudiantes con el respaldo de cerca de 38000 firmas, para luego ser vetada a nivel presidencial (a pesar de que los asambleístas que lo aprobaron seguían sus ordenes) y ahora se pretende salir a “venderlo” a la población para que pueda ser aprobado. Lo legítimo hubiera sido convocar a los que aspiran ir a la universidad y a los que hacen vida en ella para que presentaran sus ideas, sus enfoques de la situación y propusieran las soluciones, si en verdad se promueve el poder popular. Entonces, ¿por qué se toman estos atajos revolucionarios para burlar la voluntad de la población a quien afecta la ley? En fin, lo que se trata de decir es que cuando un gobernante se aprovecha de la buena fe del pueblo que lo eligió y traiciona la esperanza de los electores, está abriendo sin darse cuenta la puerta a las protestas e insurrecciones que irremediablemente conducen a su caída. Tanto en el 92 como en 2002 o ahora se produjo un cambio entre las expectativas de la población al elegir un gobernante y las realizaciones o decisiones que este tomó. CAP despertó la ilusión de un gobierno como su primer mandato, populista, tasa de cambio estable, de bonanza petrolera y baja inflación, para sorprender con el gran viraje del ajuste neoliberal. Igualmente, los venezolanos han sido sorprendidos desde finales del 2001 con un paquete de leyes, amparados en una habilitante, contrarias a todas sus expectativas de un gobierno democrático, participativo, honesto y transparente. Se decide con él tomar el rumbo del comunismo desconociendo la propiedad privada, destruyendo la autonomía de las instituciones para centralizar el poder en un solo hombre y se implementaron medidas populistas como el anclaje cambiario y el clientelismo político, dejando al país en una situación que no es peor a la de la década de los 90 gracias a la mejora de los precios del crudo. Solo recordar que en Diciembre 2010 se llegó a mencionar la posibilidad de subir nuevamente el IVA, junto con la devaluación de la moneda disfrazada de “unificación cambiaria”, coloca al paquete neoliberal del 89 muy cerca de reeditarse faltando solamente el ajuste al precio de la gasolina. Hay que mirarse en ese espejo del 4F92, porque una crisis que el gobierno atribuye al capitalismo, presenta países en la región como Perú, Colombia y Chile, vinculados al sistema capitalista con muy buenos resultados, a pesar que los dos últimos sufrieron desastres naturales de mayores dimensiones que las inundaciones sufridas por Venezuela. Tan solo con mejorar sus políticas de redistribución de la riqueza creada esos países capitalistas mostrarían resultados que causarían la envidia a los venezolanos, quienes a pesar del precio del crudo, han perdido en 3 años casi 100$/mes en el salario mínimo, su PIB ha decrecido en los dos últimos años y los pronósticos de 2011 no son precisamente alentadores. El gobierno se defiende tras indicadores sociales como la reducción de la pobreza y la desigualdad que nadie entiende de donde los sacan, pues es un contrasentido que cayendo el poder adquisitivo (salario mínimo en dólares en la cifra mencionada) se pueda reducir la pobreza. El índice de Gini usado para evaluar ese parámetro toma en cuenta el PIB que se viene reduciendo, toma en cuenta la alfabetización que luego de los 2 o 3 años iniciales ha entrado en una fase estable y el acceso al agua potable que nadie en sus cabales puede asumir que mejoró en un año de sequía, crisis eléctrica que afectó el bombeo y el estado de la gran mayoría de los embalses venezolanos, que pone en duda su conformidad con las especificaciones exigidas a nivel internacional. Por otra parte los países del área que se llaman socialistas como Brasil, Uruguay y hasta los mismos satélites de la revolución comunista venezolana (Ecuador y Bolivia) exhiben mejores resultados que nosotros. ¿Qué aberración somos entonces que hemos logrado conjugar lo peor de los dos sistemas? Los venezolanos no queremos excusas, disculpas ni perdón por los errores y fallas cometidas, queremos o más bien exigimos rectificación del rumbo con cambio de medidas y toma de decisiones que enrumben al país por el camino del progreso y el desarrollo económico, ya se ha perdido suficiente tiempo con el ensayo comunista y se han dilapidado ingentes recursos mientras siguen vigentes los problemas de siempre. Si no hay el coraje y la voluntad de hacerlo lo mejor es ceder el paso a nuevos liderazgos con las ideas y la ambición de gloria para lograrlo.

LAS PREGUNTAS: ¿A qué le teme la revolución que se aferra al poder como garrapata en culo de yegua? ¿Habrá algo oculto que no interesa que salga a la opinión pública que obliga al manejo confidencial de las cifras? ¿Más bien no es de prestigio que las cifras sean confirmadas y certificadas por los adversarios y/o terceros? ¿Qué calificación tendrían los embalses y plantas de tratamiento de Hidrocentro si se inspeccionaran?

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